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Tediósfera

Cuando el pasado nos alcance

Cuando el pasado nos alcance

Imagine una postal del malecón. Un atardecer de hace un mes, digamos. Ahora añádale una bandada de gaviotas que usted haya visto en alguna Selecciones de su infancia, de esas que parecían pintadas al pastel. La imaginación con regularidad fracasa cuando intenta imitar al Photoshop y puede hacer que esas aves salgan algo pixeleadas. ¿A usted le perjudica? No, porque el placer de recordar es tan grande que lo justifica todo.
Bueno esa imagen de aves pixeleadas de hace dos décadas sobre el atardecer de hace un mes no sólo le sirve de portada al libro Cuando desplegamos las alas. El Campeche de ayer, de hoy y de siempre, compilación de Esteban Rosado Domínguez patrocinada por el Gobierno del Estado, sino que podría describir su afán de brindarnos un retablo de lo que es la entidad basado en los recuerdos de 67 autores distintos.
Hagan de cuenta que Cuando desplegamos las alas es un paquete turístico. La agencia de viajes nos oferta un viaje al pasado, con distintas paradas, una en la industria del chicle en Escárcega, por ejemplo, y otra en la infancia de María Blum. ¿Fascinante, verdad? Digo, de entrada podía venderse como “Los 67 lugares que hay que visitar cuando recuerdes Campeche, en la voz de 67 personalidades del estado”.
Pero además, es como si cada parada del trenecito turístico fuera explicada por un guía diferente, que a su vez contara la historia de una iglesia partiendo de la boda que ahí celebraron sus papás.
Pero no debemos olvidar una cosa: los viajes turísticos mienten. Como las telenovelas están hechos de clichés que nos satisfacen: al final uno tiene que decir “Fueron tres días de estancia maravillosos”, como dice “Qué bueno que Susana González y Fernando Colunga se casaron”. Lo mismo este libro. Se supone que uno llega a la última página contento, orgulloso y convencido de que “el tesoro escondido de México” somos nosotros y no los pozos en aguas profundas.   
Quien quiera pasear a sus amigos por Campeche y prometa llevarlos a 67 sitios inolvidables, sabe que el resultado será desigual. En efecto, quizás las ruinas de “El Tigre” sean extraordinarias, pero para llegar ahí hay que soportar un trayecto en el que la mayoría se duerme. Lo mismo en este libro. Hay textos muy bien escritos, interesantes, digamos que los mejores están bien informados, pero para alcanzarlos nos vemos obligados a transitar una terracería que balancea el vehículo y nos hace cabecear en demasiadas ocasiones.
Por cierto, ¿cuál fue el criterio de selección de los autores? Leemos a historiadores, a escritores, a profesores, a periodistas, a cronistas municipales y a una decena de funcionarios y ex funcionarios (quizás en el 2009 algunos fluctúen entre estos dos últimos grupos). Claro, abundan los priístas, porque en Campeche el priísmo es un síntoma, ignoro si de ayer, de hoy o de siempre.
Incluso desde la variedad debería ejecutarse una criba que aquí no se ve. Parece que la convocatoria para participar en Cuando desplegamos las alas era escribir “sobre ti, sobre tu familia, ah y si se puede sobre el Campeche que mejor recuerdes”.  No es que la estrategia de retratar una ciudad o un estado hablando de uno mismo sea fallida, es que cuando congregas a tantos políticos, éstos no pueden sino seguir su impulso natural: hablar de sí mismos mientras se supone que hablan de las expectativas que tienen para Campeche.
La excepción confirma lo dicho: algunos meses antes de este libro, el artista Luis Carlos Hurtado había publicado el número 3 de su revista Mondao Corp. ¿El tema? La entrañable relación con su papá Jorge Hurtado Oliver. ¿El resultado? Un conmovedor retrato no sólo de ellos dos sino de la ciudad que compartieron y que sin duda confronta a dos generaciones; ello sin escatimar postales, recuerdos personales, anécdotas de familia. Puede que muchos de los antologados en Cuando desplegamos las alas hayan usado los mismos ingredientes (la memoria, la anécdota, la historia), pero la trascendencia del resultado sólo le compete al arte que alguien tiene y otros simplemente no.
Creo que fue Aldous Huxley quien decía que la cultura se asemejaba a la sala donde cada familia almacena las fotos de sus miembros ilustres. Viéndolo de ese modo, se trata de un buen sitio para regocijarse de un apellido o de un gentilicio. En el caso de este libro, funciona en ambos sentidos. No son pocos autores que hablan de sus antepasados insignes y casi todos mencionan lo maravillosa que esta tierra, tan llena de historia. Y es esta convivencia entre estirpe e historia, la que me hace pensar en otro síntoma: la historia de Campeche parece pertenecer a unas cuantas, a unas pocas familias.
Y así las cosas, Cuando desplegamos las alas nos ofrece un compendio de evocaciones, informes administrativos, ponencias, monografías, fragmentos de autobiografías, un tríptico turístico, un texto que puede leerse como una plataforma política y un puñado de artículos sobre historia, que son a mi parecer, los que sostienen la obra. Como en los discos retro, el libro funcionará para los nostálgicos (“¡Ah qué buenos recuerdos los del barrio!”), pero tengamos en cuenta que la añoranza no basta para valorar la buena música de un acetato.
    
Antes de terminar me permito detenerme en el subtítulo. El Campeche ¿de hoy? Lo siento, pero no alcanzo a ver los textos que hablen del presente, que detallen lo actual con el mismo placer con el que se recuerda el pasado o se vislumbra el porvenir. Ese “de hoy” (escondido tramposamente entre el “de ayer” y el “y de siempre”) me hace pensar que en Campeche el presente sólo es un puente entre la gloria que fuimos y la gloria que seremos. Pero, ¿y entonces qué estamos viviendo? La respuesta del libro podría ser “la consecuencia de nuestro pasado, la antesala de nuestro futuro” (perfecto slogan, se los regalo), perogrullada que nadie puede desmentir, pero que al mismo tiempo revela un mal que Norma Arteaga ha descrito como “el síndrome del ayer a perpetuidad”: este pasado que quiero para mi futuro.
En fin que para otra "cápsula del tiempo", ya era suficiente el monumento que costó 13 millones

      monumento

5 comentarios

rodrigo solis -

Pues muy mal querido Eduardo, debiste comprar el libro. ¿Acaso no quieres a tu Campechito lindo que todo te ha dado? Debes contribuir con tu Estado y ser proactivo y dejar de quejarte de la tierra que te vio nacer. Enorgullece a tus padres, abuelos y antepasados escribiendo cositas lindas de Campeche, como de sus murallas y de su gente bonita. Ándale Eduardito, hazlo que sabemos que tienes talento, no lo desperdicies y mejor explótalo como es debido, dentro de tu cerebro hay un tesoro escondido, lástima que esta a más de 3000 kilómetros de profundidad, pero verás que cuando te llamen del cuarto piso del Palacio y te empiecen a entregar sobre sellados, ya verás como tu talento sale a relucir y escribes cosas súper lindas de nuestro Campechito hermoso.

Supongo que no tengo que aclararte que es broma. ¿Recuerdas cuando estuvimos en el cuarto piso? Oh, sorpresa, nadie nos atendió y nuestra idea de libro turístico solo vio la luz en una revista de circulación nacional, que a pesar de que nadie la lee, desató tremendo escándalo, poniéndonos (a ambos, ni creas que estás a salvo) en la lista negra. Lo sé porque como sabes, tengo mis soplones en las nubes.

Eduardo Huchin -

Ni siquiera yo lo compré para hacer esta reseña!! Le dije a una amiga que le pidiera prestado el libro a uno de los autores antologados.

nidia -

ja ja el titulo del libro segurito lo tomaron de aquella churro telenovela de Florinda Meza "Alguna Vez Tenderemos ALas".que transmitio telerisa. sobre el librito pues como decia la Chilmoltrufia: "como dicen una cosa dicen otra". claro que no voy a comprar el libro mejor voy TV Notas.

Iliana -

La gente de Campeche es nostálgica como el cuxum de las paredes de sus murallas, el olor a viejo de las casas, el lejano pregón del naranjero que no volverá porque lo alcanzó el pasado y lo aplastó

sebas -

ya vi el libro y coincido que es un compendio de bonitas historias de hombres y mujeres de "apellido" campechano.nada mas. cosas y recuerdos que a los "escritores" participantes les gustan recordar del campeche de ayer.tal vez fuera un buen esfuerzo editorial si el gobierno no hubiera "pagado" la edicion y por eso se comprometio la participacion de numerosos funcionarios publicos en activo y otros que estan en "la banca" laboral. Esteban, lo conozco, es un antiguo alfil del partido en el poder. beneficiario del poder. quiza el libro debio llamarse como el de Guadalupe Loaeza. Recuerdos de la Gente Bien de Campeche. saludos.