Política y galletas integrales
Las compañías de cereales dicen ver por la salud de usted, y por eso hacen campañas de salud, ponen estadísticas sobre alimentación en sus cajas y comerciales donde salen chicas guapas mirándose el abdomen en un espejo. La acción es inobjetable. ¿A quién se le ocurriría criticar a una empresa que les dice a los mexicanos que se alimenten mejor… comiendo sus productos? Sólo a los gordos derrotados.
Los partidos son lo mismo: su preocupación no es el bien público sino la obtención del bien público a través de sus representantes. Sin embargo, ¿cuántos criticaríamos que hagan leyes en los Congresos, construyan obras y atraigan inversiones desde sus gobiernos? Sólo a los anarquistas derrotados.
Sin embargo, creer que los partidos son el único modo de tener una vida democrática es como pensar que los cereales son suficientes para tener una vida nutritiva. Son una opción fácil: aunque tienen diversas presentaciones, todos pueden encontrarse en el mismo estante. Además, no existen muchos problemas para saber de ellos: algunos llevan un tucán en la caja, unos más vienen en empaques azules y los más tradicionales hicieron su fama gracias a los comerciales de un tigre (si se llamaba Toño o Azcárraga, ahora no recuerdo bien).
Lo más seguro es que en el fondo todos tengan un contenido energético similar, pero las empresas nutricionales (como los partidos) van a tratar de convencernos de que son cosas absolutamente diferentes, aun así compartan los conservadores de siempre… quiero decir a los conservadores de siempre.
La pregunta es ¿podemos evitarlos? Por supuesto que no, pero podemos no creerles del todo. Pongamos un ejemplo: el PRD propone una consulta sobre la reforma energética y Kellog’s saca al mercado una campaña sobre las bondades de la linaza. Vistas de lejos parecen las ideas más sanas para fortalecer no sólo la democracia sino la salud misma, ambas necesitadas de medidas urgentes, que no involucren a los medicamentos similares. Estudiosos de todas las corrientes destacarán las virtudes de la participación ciudadana, lo mismo que de los aceites de la linaza en la prevención de enfermedades degenerativas. No es en la teoría donde falla la propuesta, sino en su manejo malicioso: relacionar el plebiscito y la linaza con sus promotores, a fin de aumentar la aceptación tanto de sus candidatos, como de sus galletas. Unos quieren usufructuar la democracia, del mismo modo que otros lo quieren hacer con la buena alimentación.
Del lado empresarial, ése es el mismo espíritu que anima a programas privados como “¿Cuánto quieres perder?” o cruzadas como el Teletón: unen la buena causa con la propaganda. Sus motivos son incuestionables, salen muchos beneficiados, pero en el juego de media cancha, hay una ganancia jugosa para los impulsores. A las empresas les sucede lo mismo que al Gobierno (o viceversa): es prácticamente imposible hacer buenas acciones sin salir en la foto portando un logotipo.
Nadie en su sano juicio pediría que se supriman las cruzadas por la buena salud ni los programas sociales, sólo porque les sirven de publicidad a unos cuantos. Lo que se necesitan son mejores consumidores y mejores electores. Gente cada vez mejor informada, a quien los comerciales le produzcan la misma desconfianza que los trípticos de los partidos, votantes que criben la información valiosa de la palabrería. No obstante, eso es lo que no les conviene a los partidos, que prefieren proteger a los votantes de las descalificaciones a través de la supresión de las campañas negativas. Como si aún fuéramos menores de edad, nos dan menos elementos para elegir, con el pretexto de no exponernos demasiado a la violencia electoral, que es como prohibirle a un niño que no vea las luchas, por miedo a que confunda la realidad con la ficción.
Después del 2 de julio, se conformó una alimentación más o menos balanceada en la democracia mexicana, pero los políticos no han entendido todavía lo que eso significa. Todos los partidos todavía pugnan por hacernos creer que venden las mejores galletas, la fibra que más nutre y que si los consumimos en porciones suficientes para asegurar sus plurinominales, garantizamos con ello una larga vida a nuestra soberanía. Pero no es verdad. Los partidos son expertos en diagnosticar males al país, pero son incapaces de entender una radiografía de sus propios problemas. Los partidos siempre acusarán la excesiva corrupción que engorda a instituciones como Pemex, pero nunca serán capaces de someterse ellos mismos a una dieta.
La política y el consumo están en manos de la gente, condenada qué remedio a escoger de lo que haya en el estante. Además de eso, hay que reconocer igual que ni los ciudadanos ni consumidores son las personas más conscientes del mundo y la mayoría de las veces decidimos movidos por la fe (creemos en los números que dan “nuestros” expertos en petróleo, creemos que una porción de Special K tiene efectivamente mil 100 kilocalorías). Y si ése será el panorama, a nadie extrañe que sigamos gordos, que sigamos políticamente estancados.
5 comentarios
KurtC. -
Las calorías que nos venden los políticos son de grasas politisaturadas, que dan asco. Cómo lo menciona, se quejan los políticos del becerro gordo de PEMEX pero a la vez no se critican que ni siquiera pueden verse los pies.
Saludos!
rodrigo solis -
1. Por tener un gimnasio para gordos que parece el Jardín del Edén.
2. Por amamantar a los venaditos.
3. Por estar idéntico a Julio Regalado que me vende a muy buen precio mi Special K.
Daryl -
Eduardo Huchin -
Laura Trujillo -
En fin, buena comparación, muy light para las empresas y algo fuerte para la política.
Habría que profundizar en este tema, espero podamos platicarlo.
Un saludo, y no nos dejemos engañar por unos números.