El fin de la inocencia
Día del trabajo en Campeche, foto cortesía de JP Berman ¿Alguien se ha preguntado por qué al Día del Niño sigue el Día del Trabajo? Sí, ya sé, los asuetos no tienen más lógica que estar lo suficientemente juntos para propiciar un puente, pero siempre me ha intrigado la cercanía de estas dos celebraciones, como si en el fondo nos dijeran que el paso de la infancia a la madurez sucede de un día para otro y sin síntomas. Con la curiosidad propia de un niño, pero aplicando la pericia de una empleada municipal que te endosa un catálogo Cyzone, rastreé diversas opiniones en torno a la inocencia perdida y nuestro debut como adultos no en horario estelar sino en horario laboral. Pero ¿a quiénes entrevistar? Por fortuna, no fui tan lejos. Recorrí la concentración del primero de mayo para encontrar a un público que con morbo esculcaba los rostros de quienes marchaban obligados por sus sindicatos. Trabajadores viendo a otros trabajadores, como un niño ve a otro niño que ha pasado al frente de la fiesta a hacer el ridículo. He aquí las opiniones:
“Que los Días del Niño y del Trabajo estén uno detrás de otro te proporciona la misma experiencia de tu novia regresando del ginecólogo con cara de preocupación: te acuestas siendo un chiquillo; despiertas al otro día en el contingente de filarmónicos”.
“¿Oíste la noticia de Willie Tanner, el carismático papá de la familia que recibe a Alf? Un señor tan respetable terminó saliendo en unas fotos pornos con vagabundos. Ves eso y recuerdas un poco lo mucho que ese programa significó en tu vida y mueres de vergüenza. Ése es el auténtico fin de la inocencia”.
“Resulta significativo que el 30 de abril sea el último día para hacer tu declaración anual: cuando tus preocupaciones dejan de ser la oscuridad y las vacunas y empiezan a ser Hacienda y sus citatorios puedes dar por concluida tu infancia”.
“Nadie deja de ser niño por completo, qué va. Observa a los maridos del nuevo milenio, después de no aparecerse en sus casas por dos días regresan un lunes con los ojos rojos, pero no por el alcohol, sino porque estuvieron jugando Silent Hill en casa de uno de sus amigotes todo el fin de semana”.
“La noticia sobre la supuesta demolición de los cines, te puede servir de ejemplo. Un niño te pregunta: ‘Papá, ¿alcanzaremos a ver Ironman 2?’; un adolescente se pregunta: ‘¿Alcanzaré todavía un faje con Shirley?’, un adulto le pregunta a otros adultos: ‘Ahora resulta que los cines están en terrenos del Gobierno, ¿pagarán renta o serán un regalo para los inversionistas?’”
“Este jueves tuve que ir a trabajar. Media oficina estaba alrededor de la tele. No es que vieran alguna noticia impactante, un reporte de último minuto o el final de una telenovela. Es más, ni siquiera era un partido de futbol, como acostumbran. Se trataba del maratón de Caballeros del Zodiaco. Los hubieras visto: el técnico en computadoras, la chica de publicidad, hasta el calvo de Recursos Humanos, todos impactados por el destino de Seiya. No sé, fue algo raro. En una esquina la contadora lloraba por la muerte de Shaka de Virgo”.
“No sé por qué se sigue celebrando el Día del Niño. ¿Qué niños? El 30 fui al centro en camión y de pronto me encontré rodeado de menores; te juro que no podría decir que eran niños aunque acabaran de salir de una de esas fiestas que les organizan las primarias. Estuve tenso todo el camino. Si el futuro estaba en manos de estos jovencitos, lo mejor que podía pasarle al mundo era el calentamiento global. Casi al llegar a la parada de Correos, uno de los impúberes me amagó con un cuchillo hecho con un globo”.
“Lo malo de iniciarte en una empresa como trabajador es que vives una segunda infancia y adolescencia, pero comprimidas: al principio la empresa te consiente como un padre, a los seis meses ajustan el reloj y empiezan a descontarte las mesadas”.
“Cada etapa de la vida supone desear alguna otra. De niño quieres ser tu hermano mayor, de adolescente lo más que ansías es llegar a adulto, de adulto trabajas para jubilarte, a los 45 añoras el ímpetu del adolescente y ya de senecto sólo buscas la tranquilidad del niño. A veces creo que el chiste de la vida es no estar nunca donde uno quisiera”.
“Decía el poeta Rilke que la única patria verdadera era la infancia. Por eso cuando mi mamá me pregunta que cuándo empiezo a trabajar, le respondo: la patria no se vende, la patria se defiende”.
“Mi hermanita está todavía en la primaria y el martes la vi lavar su ropa, plancharla, bolear sus zapatos, en fin, dejar todo listo para su fiesta de la escuela. ¿Qué tanto te arreglas?, le dije. Por Carlos, me dijo, no me importa que tenga novia. ¡Oye!, me asusté, ¡tienes nueve años! Ay, Luci, me dijo, lo sé, pero es que yo cuando quiero comer chocolate como chocolate”.
“Ayer tuve una pesadilla terrible. Me dejaba mi mujer, el DIF me quitaba a la niña, Hacienda se quedaba con mi casa, me diagnosticaban un tumor, el carro se descomponía a mitad de la calle y empezaba a sentirse un sismo. ¿Y sabes qué era lo que me estuvo preocupando todo ese tiempo? Que ya iban a dar las cuatro y me iban a descontar en el trabajo por llegar tarde”.
4 comentarios
Laura -
rodrigo solís -
Francamente yo prefiero a los borrachos. Al menos estos se mueren más rápido.
soel -
Dejinitivamente los niños asustan, o màs bien sus padres. Mientras leía tu artículo recordabe Little Miss Sunshire, cómo precisamente todas esas pobres niñitas ya no lo eran, cómo caon puedes considerar niña a alguien que quiere ganar un concurso de belleza, y además los adultos a su alrededor las alentaban. La escena donde el papá emprendedor defiende la inocencia de su hija frente a la falsedad de las otras madres es conmovedora.
Como siempre tu artículo me arrancó más de una sonrisa, lo cual compensa el tener que leerte mientras mi primo escucha a Maná (¿ves lo que tengo que hacer pa leerte?)
P.D. Yo también lloré con la muerte de Shaka
KurtC. -