El futbol nos une
1. PONED LA OTRA ESPINILLA
Que el campechano Wilbert Palomo Carrillo haya aparecido el mismo día en todos los sitios de deportes en la red (incluyendo ESPN y Fox Sports), las páginas de interés general y la primera plana del Reforma es de celebrarse. El sacerdote y defensa del equipo Agustiniano se convirtió en el primer expulsado por entradas violentas en toda la historia del Cleris Cup, el torneo de futbol de curas y seminaristas organizado por el Vaticano.
No me resulta extraño. Los aficionados al balompié saben que se respira más fe en un estadio que en una escuela de teología. Esa reunión de multitudes donde aparecen tan pocas costumbres cristianas no está peleada con la súbida necesidad de que Dios exista cada que uno de los nuestros cobra un tiro de esquina. No fortuitamente, los partidos suceden en domingo, el día en que Dios recibe más solicitudes y cuando hay más posibilidad de que se traspapelen las plegarias. Por otro lado, siempre me ha fascinado la pasión que despierta jugar el futbol al grado de hacernos olvidar no sólo los hábitos sino la cordura, por no decir la posición en la cancha.
“No tuve la intención de chocar al portero, pero estábamos a punto de empatar”, declaró después de su expulsión Palomo Carrillo. Recordemos que el sacerdote campechano jugaba de defensa y fauleó al guardameta del equipo contrario.
Educado en ligas estatales donde todos dominan el gancho al hígado pero pocos el tiro con el empeine, Wilbert Palomo es el claro ejemplo del hombre a quien le importa más la camiseta que la salvación. Y esto es entendible. El puntapié a la espinilla es apenas una forma extrema de quebrar las reglas en un deporte, donde lo que nunca sobra es la cortesía. De jalar la camiseta a endilgar apodos, el balompié se nutre de pequeñas faltas que le dan su estatus de “juego del hombre”. En el futbol las buenas maneras están apenas determinadas por el silbatazo del árbitro.
2. FUTBOL A NIVEL DE SOBREMESA
Admiro a mis amigos y su memoria entrenada en por lo menos 6 mundiales. Escucharlos hablar es como asistir a una clase de historia patria, llena de derrotas y sobre todo de múltiples interpretaciones. Rodrigo, Fernando, Wilbert, Miguel, Emilio, Uri y Héctor son capaces de reconstruir el México-Bulgaria del 94 con los cuadritos de verdura de la botana. Oírlos relatar la manera de cómo ha perdido la Selección es entender un poco la tragedia que acompaña a un país siempre a merced de la eventualidad.
Una plática sobre futbol siempre estará en la línea fronteriza entre la fascinación y el aburrimiento. Conocer demasiado es entablar de facto un debate al borde de la enemistad, pero ignorarlo todo es padecer cuatro horas de palabrería sin sentido. Por eso los fanáticos del fut conviven tan a gusto sin mujeres de por medio: sienten que no es necesario fingir otros intereses.
Yo, que estoy en el punto intermedio, escucho esas pláticas como quien se adentra en las páginas de un libro de caballerías, o mejor aún, en la narración de un pleito carcelario. ¿De qué otra manera puede uno conocer nombres tan inverosímiles como el “Coreano” Rivera o el “Picas” Becerril, el “Capitán Furia” Tena o el “Tubo” Gómez? En un futuro apocalíptico, cuando se pierda toda la historia del deporte mexicano, el futbol podría sobrevivir sólo por el registro de sus alineaciones.
Otra de las prácticas favoritas de mis amigos es recuperar biografías de jugadores en el olvido. Alguien dice un nombre, como quien recuerda a uno de sus ex compañeros de la preparatoria y los otros van aportando datos que ayuden a reconstruir una trayectoria marcada por el constante cambio de camisetas.
“¿Qué habrá sido del ‘Capi’ Ramírez Perales?”, menciona Rodrigo, por ejemplo.
De la esquina, mientras rompe un mondadientes, Emilio interviene:
“¿Se retiró con Veracruz, no?”.
“También estuvo en Irapuato, Atlante y Pumas”, precisa Fernando.
“Pero nada como aquella Selección mexicana del 94”, digo yo, porque es el único recuerdo que tengo de alguien apellidado Ramírez Perales.
De ahí, Miguel menciona aquel emotivo gol de Marcelino Bernal contra Italia y la plática tiene suficiente cancha para avanzar una hora más.
3. GOL POR LA (MALA) NUTRICIÓN
Como la mayor parte del mundo, hemos conocido el balompié desde las pantallas. Haber vivido todo tipo de victorias pírricas y derrotas épicas frente a un televisor, nos ha cambiado la percepción de lo que sucede en una cancha. El futbol es algo que aconteció, que sólo es posible entender en forma de recuerdo o de resumen deportivo. En esa educación sentimental, hemos aprendido a recuperar la agitación incluso en las emisiones diferidas, o a suspender la conversación del tiempo real si acontece un gol de anoche en la pantalla del restaurante.
“Vaya tiro al ángulo”, se sorprende alguno de nosotros.
De pronto cuando la plática ya está en tiempo de compensación, no falta quien mencione:
“Esos programas sobre futbol se han vuelto cada vez más una retahíla de anuncios comerciales”.
“Es verdad. Es el colmo”, dice alguien, “¿qué se han creído esos mercadólogos?”
Para atenuar el coraje pide al mesero una Sol.
5 comentarios
Eduardo Huchín -
Rodrigo Solís -
Por cierto master, para que veas que pedos estábamos aquel día que nos sentíamos mejores que Lavolpe, hablamos del México vs Bulgaria del Mundial del 98 cuando en realidad nos eliminaron en el 94. Que no se confundan tus lectores y piensen que fue error tuyo. Fue nuestro, de los expertos analistas deportivos.
wilberth herrera -
Y en sí, se encuentra una maravilla en las pláticas, la bella entereza de la plática. Todo está ahí. La atención, la crítica sana, la memoria y lo más imortante que la memoria, el recuerdo.
Dichas pláticas se convierten en todo un desentrañamiento de lo que nos parece bello en el futbol. Incluso se pueden ver las posturas políticas y filosóficas (dejémoslo en política) de cada uno de los charladores.
Si fueran grabadas dichas pláticas, como las que tuvimos en Barajas, seguro Espn estaría interesado.
Un saludo.
KurtC. -
lanzo comentarios como para "recordar" grandes momentos y que sigan en su introspección al pasado y los grandes momentos.
Luz -
¿Te acuerdas que cuando algún integrante de la familia de alguna
amistad de tus papás decía que su hijo iba a ser futbolista y lo
llenaba de vergüenza? Ahora, en cambio, cuando salen en las portadas
de los periódicos, uno se hincha de envidia cuando le negó al hijo las
tardes de entrenamiento en la escuela.
¿Dios? Si todos son dioses, aunque no sea domingo.
¿No te pasa que algún amigo no se acuerda de algo que le contaste de
tu intimidad, de vital importancia para ti, y no se acuerda y, en
cambio, sabe la alineación de Francia de 1982?
¿Apodos? ¿Para qué quejarse, si tú tienes un amigo que se llama Edgar
Allan Pech?
Beso