Semejanzas irreconciliables
A juzgar por la imagen, nadie ha escrito
todavía un Curso básico de Photoshop para Antiemos
ORIGINAL Y TRES COPIAS
Las últimas semanas llevar un fleco sobre la frente representó el mismo peligro que un pasaporte a nombre de Salman Rushdie en Irán. Hace 15 días, los emos (una tribu urbana caracterizada por la depresión) sufrieron el ataque de otros grupos -metaleros, skatos y punks- quienes habían respondido a un llamado para golpearlos, en la plaza de Armas en Querétaro.
La convocatoria –que fue difundida por internet- logró reunir a cerca de mil personas. Ese viernes 7, llevar ropa negra y fucsia pudo haber sido como usar un kipá en la Alemania nazi. Los imágenes daban cuenta de agresiones que parecían haber sucedido en una elección perredista: por fuera los golpeadores y los golpeados se veían exactamente igual; por dentro, unos les reclamaban a los otros “falta de ideología”.
“Ellos se apropian de la vestimenta e ideas de punks, metaleros y góticos”, se justificó uno de los agresores de emos, el pasado sábado 15, cuando el enfrentamiento se dio en la glorieta de Insurgentes, en la ciudad de México. Otro de los presentes –un miembro de la porra Revel de los Pumas- consideró que estaba bien la golpiza porque los emos se “robaban la cultura de otros” y por “vestirse como mujeres”. Queda claro que para quien una botella lanzada al campo puede significar una discrepancia contra la decisión de un árbitro, existen pocas expresiones que no incluyan la contusión de alguien más.
El enfrentamiento ya se ha vuelto tema nacional, como si el pleito entre dos grupos de jóvenes con demasiado spray en el pelo fuera la más exacta definición de lo que sucede en las cabezas adolescentes del país. Ya hay quien culpa a medios, como la internet y los canales de música, de producir esas demostraciones de intolerancia y hay también quien describe el hecho como una prueba más de la “decadencia del mundo y la cercanía del fin de los tiempos” (eso me lo dijo un señor que, sombrilla en mano, tocó a mi puerta este domingo en la mañana).
¿Cuántos han dicho frente al periódico: “Ésta es una de las cosas más imbéciles que he tenido que leer”? Y es tonto porque ni siquiera logramos ver los contrastes entre agresores y agredidos. De las ropas negras al piercing, distinguir a skatos, darketos, góticos y emos nos parece tan difícil como explicar las diferencias entre moral y ética a un grupo de secundaria. Tengo la impresión de que el auténtico móvil de punks y darketos es: no te pego porque seas diferente a mí, sino porque te pareces demasiado a mí. Utilizando el mismo silogismo de las compañías de discos, el agresor de emo piensa: odio que la gente no aprecie lo que me hace superior a la copia, por eso mejor desaparezco a la copia.
¿Qué diferencia, al fin de al cabo, hay entre un dark y un gótico?, ¿si tomas a un trashmetalero y a un blackmetalero podrías distinguirlos sin apelar al contenido de sus discman? Pero vayamos más a fondo: ¿por qué odian los rupestres ser confundidos con los trovadores urbanos?, ¿por qué a un narrador le ofende que le digas “poeta”?, ¿por qué especificas “periodista” cada que alguien te dice “reportero”?
Esas no son preguntas difíciles de responder, pues a los ojos del común de las personas unos se parecen a otros. Y por tanto, no resulta extraño que en un país acostumbrado en hacer del individualismo un pecado, las acciones en grupo se hayan vuelto el verdadero signo de autenticidad. Ser parte de un clan pequeño ha sido la media áurea: podremos seguir siendo egoístas, sólo que ahora acompañados.
LA ERA DE LAS ETIQUETAS
Ya ha pasado la época en que la música podía clasificarse según el ecualizador de tu estéreo: clásica, pop, rock y salsa. La música como las profesiones pasaron del oficio a la especialización con variadas consecuencias. Del mismo modo que con el tiempo ya no bastó con ser literato sino licenciado en literatura con especialidad en el teatro del Siglo de Oro español, la palabra “rock” dejó de ser suficiente para definir un gusto. Fue entonces cuando las guitarras distorsionadas dieron para todo: del “ciberpunk sadometal” al “happy punk”, del “psychodelic-funk-neogrunge” al “hardcore-dark-symphonic-trash”. Los géneros se volvieron impronunciables, con demasiadas consonantes y escasas vocales, al tiempo que constituyeron un último bastión para sentirse parte de una familia. Con el tiempo, una burla en contra de una banda de rock con fieles seguidores resultó ser tan riesgoso como caricaturizar a Mahoma. Como el mercado se volvió inmenso y todo parecía haberse ya grabado, combinamos las sustancias ya existentes para ver qué sucedía. La tabla periódica de la música admitió las más aventuradas alquimias hasta lograr que todos los estilos del rock parecieran haber salido de un estante de “medicamentos genéricos intercambiables” (una buena definición, por cierto, para describir la función de la música en demasiadas vidas).
Los géneros, como las religiones, se volvieron propensos a un intercambio natural de sus peculiaridades. Y fue cuando resurgieron los fundamentalismos: ser punk, emo, rockabilly y serlo a ultranza.
Entonces, dentro de esa variedad de quienes se parecían bastante, la pelea vino de quién usó el maquillaje primero, de que si los emos tenían derecho a vestirse como personajes de El extraño mundo de Jack sin conocer a Tim Burton, de si su música “proponía algo nuevo”. Pero la discusión es en sí absurda y haberla tomado como bandera de una persecusión lo es mucho más. Es como si alguien auscultara tu régimen alimenticio, tu videoteca y tu estante de libros, para decirte que comer verduras no te hace un auténtico vegetariano, ni ver tantas teen movies un cinéfilo ni tener tantos bestséllers un lector experimentado. Y que sólo por eso mereces tener la costilla rota.
LOS SALDOS DE OPINIÓN
Lo más interesante de esto ha sido revisar los foros de discusión. La agresión a emos se ha convertido en una interpretación más de para corroborar lo que pensamos de la realidad. Por ejemplo, una lectora de la Jornada decía que era el mismo gobierno quien se encargaba de promover y generar esta violencia para que los jóvenes no tuvieran en el futuro inmediato “la más mínima intención de unirse y luchar y manifestarse contra las políticas nefastas del gobierno calderonista”. Vaya y uno que creía que los spots de Pemex eran la estrategia más idiota de la actual administración.
8 comentarios
raul_upthethrash -
Thrash till death.
Anónimo -
tatiana -
mariana -
b.f.j.f -
J.M. -
Entonces, que los hace emos? cual es su historia? nacieron así? o lo copian de "ondas" del gabacho como todo lo lumpen de el país?
Como sea, la historia es demasiado estupida como para trascender, los "EMOS" se extinguirán... no existe un tal Dr. Emo, o un Lic. Emo.
Tarde o temprano la "moda" EMO dejará de ser noticia. Asi como pasó con las banditas amarillas de aquel deportista que todo el mundo traía para todos lados, o la canción de "las ketchup".
Así es México, dandole importancia a P3ND3J4D4$ desviandonos de los problemas reales.
(Disculpen faltas ortográficas... simplemente no se me dá)
rodrigo solís -
Por cierto, el mundo está tan chiflado que ya verás que dentro del mismo grupo de emos se desprenderá una facción de emos feministas que exigirán ser llamadas emas. Ahí será cuando veamos cabalgar a los jinetes del Apocalipsis sobre nuestras cabezas.
KurtC. -
Desde acá de Guadalajara escuché un programa de radio en el cual "mamás emos" o "mamás de emos" aseguraban que era una movida política...si fue así, bastante gente se ha unido libremente y no por una torta o un hueso político.
La intolerancia se nos ha venido encima.