La infancia recuperada
Pocos placeres como releer los libros de nuestra infancia, sí, pero pocos placeres tan malsanos como leer libros infantiles que nada tiene que ver con nuestra propia niñez.
La literatura de mi infancia era descafeinada. Al final del cuento yo preguntaba a mi mamá “¿Por qué sacaron a la Caperucita de la panza del lobo?” Mamá sorteaba el final lógico de la historia: que alguien que confunde a su abuela con un ser peludo merece mucho más que un simple baño de jugos gástricos. Yo, como el chiquillo promedio que era, quería un poco más de sangre y menos enseñanzas del tipo “¿Ya viste lo que sucede cuando no obedeces a tus padres?” La moraleja fue contraproducente: en cada almuerzo yo pensaba que me comía a un pollo que se había portado mal. Después del malentendido, mis padres evitaron hablar de cadenas alimenticias que involucraran al héroe de alguna fábula.
Ahora las cosas que descubro son mejores. Leo historias para niños que son crueles y divertidas y no me ruboriza pensar que lo divertido puede ser cruel. Ayer, 2 de abril, se celebró el Día del Libro Infantil y Juvenil. Quizás pasó inadvertido para la mayoría pues no es el tipo de celebraciones que levante mucho bullicio. Los Días del Libro son festejos discretos como el acto mismo de leer. Aun cuando se hace en lugares públicos, una lectura no deja de ser íntima, de ser egoísta, de tener un poco de ese ensimismamiento propio de los viajes. Y los libros infantiles son un placer todavía más perverso, como ya he dicho, pues no dan puntos para el currículo ni sirven para las clases de la universidad, ni tampoco son buenos para impresionar a nadie (ni siquiera a esa chica que quiere ser educadora y que cree que Beatrix Potter salió de la saga de J. K. Rowling).
Libros tan inútiles como los infantiles nos devuelven la pasión primigenia de la literatura: buscar aquello que no nos aburra. Escoger por intuición, por voluntad o por capricho. Elegir por culpa de cualquier detalle, por el título, por las ilustraciones, por lo que sea. Abandonar la lectura al primer cabeceo, retomarla sin obligaciones cualquier día, no hacer resúmenes, no leer biografías de nadie.
En fin que para celebrar este día (con retraso, pero no demasiado, como mi descubrimiento de Roald Dahl) pienso en algunos títulos excelentes para reencontrarse no sólo con la infancia sino principalmente con la literatura:
1. La recta y el punto de Norton Juster. ¿Una historia de amor? Mejor que eso: un romance matemático. La sensata recta se enamora de un punto que a su vez se siente atraído por un garabato (que es “más espontáneo” que su rival). ¿Qué hará la línea recta para conquistar al punto sin traicionarse a sí misma y de paso sin traicionar los principios de Euclides? Si quieren ver la estupenda versión dirigida por Chuck Jones, chequen aquí y acá.
2. Una sarta de mentiras de Geraldine McCaughrean. Un hombre entra a trabajar a una tienda de antigüedades en quiebra, a cambio de un lugar donde dormir. Para atraer a los clientes, les cuenta las historias que existen detrás de cada objeto a la venta. ¿Cómo se cuarteó ese reloj, qué asesinato se cometió en ese escritorio, a quiénes enfrentó realmente esa guerra de soldados de plomo? De eso trata este libro. Una parábola maravillosa sobre la necesidad de ficción en nuestras vidas.
3. Cuentos escritos a máquina de Gianni Rodari. Una prosa rapidísima, crítica y que nos pone en riesgo de atragantarnos por la risa. Un lagarto que quiere concursar en un programa de televisión, unos alumnos que en clase de Historia viajan al pasado para verificar cuántas puñaladas recibió el César, una guerra de poetas con demasiadas rimas en “o”, marcianos que quieren llevarse de souvenir la Torre de Pisa, un anciano que a falta de atención en su casa decide irse a vivir con los gatos callejeros. De verdad, una obra de arte.
4. Carmela toda la vida de Triunfo Arciniegas. Una enana calva transita de un fracaso amoroso a otro. Lo mismo se enamora de un marinero que de un astronauta (al que deja porque el cielo era demasiado infinito para saber dónde estaba cuando no estaba con ella). Incluso un sapo intenta cortejarla pero, ya saben, las cosas a veces no funcionan. Finalmente acaba con el dueño de un circo, a quien en la cúspide de su felicidad se come el león. No crean que les he contado mucho, éste es apenas el inicio de esta inusual historia de amor.
5. El globo de Isol. Una lectura de un minuto pero que es mucho más. Isol ha potenciado la capacidad de los relatos brevísimos de decirnos algo y de impulsarnos a releerlos una y otra vez. De Cosas que pasan a Tener un patito es útil (editado en forma de acordeón) Isol no deja de jugar con niños que son caprichosos, entrometidos, maniáticos y con sonrisas que exhiben más dientes de los habituales. En el cuento en cuestión, una pequeña ve cómo su histérica mamá se convierte de repente en un globo hermoso, rojo y lo mejor de todo, silencioso. ¿Cómo afronta su día una niña que ahora tiene un globo en lugar de una mamá?
6. La melancólica muerte de Chico Ostra de Tim Burton. ¿Es esto para niños?, preguntará cualquiera que ojee este libro. Esa quizás fue la misma duda que tuviera un espectador promedio en 1993, el año en que se estrenó El extraño mundo de Jack, escrita por el mismo Burton. 15 años después, la película es un referente en la cultura contemporánea y un clásico infantil. En el mismo tono, este libro es un catálogo, a la vez enternecedor y escalofriante, de niños auténticamente marginales: el Chico Mancha, el Chico Tóxico, la Chica Vudú o el Chico Momia.
7. Matilda de Roald Dahl. Una refrescante bofetada a todos aquellos que reverencian a la familia como una especie animal a la que hay que preservar. No sólo son divertidísimas las formas en que Matilda se venga de su papá –un estafador y autoritario vendedor de autos- sino que al final uno termina cuestionándose: ¿y si la familia también aprisionara?, ¿y si el DIF estuviera equivocado?
8. Amadís de anís, Amadís de codorniz de Francisco Hinojosa. El canibalismo llevado a la escuela primaria tiene un alucinante resultado. El glotón Amadís descubre una mañana que es comestible. Un banquete de imaginación y buen humor por parte del autor mexicano más leído por los niños de este país.
9. Cuánto cuenta un elefante de Helme Heine. Háblenles a los infantes de matemáticas y quizás reciban unos mohines de asco. Háblenles a los adultos de caca de elefante y posiblemente tengan la misma reacción. Junten la aritmética y las boñigas para hablar de la vida y la muerte y obtengan uno de los cuentos más extrañamente poéticos que puedan leerse.
10. Los misterios del señor Burdick de Chris Van Allsburg. Cada uno de los 14 cuentos de este libro tiene el siguiente contenido neto: una ilustración, un título y un epígrafe. ¿Suficiente para contar una historia? Vaya que sí. Es prácticamente imposible ver cada página sin crear una narración. Van Allsburg ha inventado el artefacto más entretenido para ser escritores y no pagarle a un tutor que lance nuestros poemas al bote de basura.
15 comentarios
Remorita Tuchín -
p -
Laura cordero -
Leticia -
En ese sentido el título que se me hace excelente con su moraleja de "lee poesía" pero que logra realmente adentrarse al gusto de los niños es "Quiere ese perro" de Sharon Creech.
En general apoyo la noción de que la buena literatura infantil es aquella que los adultos como los niños adoran y ninguno de los dos grupos excluye al otro de su lectura. Es decir, la literatura infantil no tiene clásificación más que para los editores y casas editoriales de promoción en algún público específico.
Nadia Kass -
Walter se convierte en héroe y es así que orgulloso se queda en la casa. FIN.
Tal y como me lo relató mi amiga Lisa, dice que hay una gran colección de este libro pues el perro tiene aventuras en diversos lugares, incluso venden al perrito en muñeco.
El día que fuí a la librería Crystal a ver si de casualidad había, hubieras visto a la muchacha de la caja, aquella de lentecitos con los ojitos ya sabes como, estaba atacada de la risa cuando le dije el título. También fuí a Dante en Mérida y para nada conocen el título, en fin, que se me hace una historia muy divertida, o al menos me lo pareció en la forma que me lo contaron.
p -
Eduardo Huchín -
Por otro lado: me parece que si algo tienen en común estos libros recomendados es que todos son buenísimos, divertidos e inusuales; y por supuesto recuperan lo mejor de la literatura: ser entretenidos, imaginativos y perdurables. En serio. Que nadie se atreva a subestimarlos porque dije que eran para niños. Rodari, por ejemplo, ha hecho uno de los libros más envidiables que he leído y otro que no menciono "El vampiro y otras visitas" de Triunfo Arciniegas posee algunos de los cuentos más memorables que haya leído. (En "La muerta" una mujer vuelve de la muerte para recuperar a su marido que se fue con otra; parece show de Laura Bozzo, pero es una joya). Y sí, por fortuna, todos son conseguibles.
p -
Si algo aprendí de Killer Klowns from Outer Space es que algunas cosas es mejor dejarlas en el recuerdo, así que creo que no voy a releer a las "Manchitas" y nada más voy a buscar los de tu lista.
p -
No recuerdo haber leido libros de verdad cuando era niño. Siempre eran cómics (todos los habidos y por haber, hasta el de los New Kids on the Block -que oso), clásicos infantiles (mil versiones diferentes de los cuentos de siempre menos Barba Azul, que nada más me duró un día antes de que mi mamá lo tirara. Por cierto, Catherine Breillat está haciendo la película -va a estar buena! Y mi mamá no va a poder impedir que la vea), varias series de cuentos ilustrados (de Richard Scarry, "Pequeño Monstruo", "Manchitas de colores", "Serendipity" -¿alguien leyó esos? "Bangalí y los múgridos", "Catundra", etc.; estaban buenísimos y aprendías valiosas lecciones, como que es malo ser gordo-, y otros que no recuerdo), mi enciclopedia de animales (el nombre científico del irbis o leopardo de las nieves es "uncia uncia" -para que veas, hay cosas que todavía recuerdo), y los libros de lecturas de la SEP (que eran unas joyas - "El garbanzo explosivo", inolvidable. ¿Alguien recuerda qué es un "palitroche"? ¿Cómo es el color "pax pax" -es uno que no existe en la Tierra-?) pero nada de libros de verdad. Oye Eduardo, gracias por hacerme recordar todas esas cosas, hace mucho que no pensaba en esos libros. Creo que era Editorial Trillas la que sacaba muchos de esos libritos tan padres. "X cua cua", "El señor del centro", ehhh... ese en el que la niña se va a ahogar y la salva su perrito pero le estalla el corazón por el esfuerzo y "le brota la sangre por el hocico como horchata (o era leche?), espumosa y ______ (no recuerdo el otro calificativo)"... bueno ya, demasiados recuerdos por hoy.
rodrigo solis -
Teslyn -
Daniel -
Soel -
Siempre que voy a una librería lo primero que hago es escabullirme a la sección infantil, al principio decía que los libros eran para algún sobrinito, ahora no tengo ningún problema en admitir que son para mí.
Todos los que mencionaste me encantan, aunque aun no leo el de los elefantes pero ya está en mi lista, casi lloro la primera vez que terminé de leer Una sarta..., Matilda tiene uno de mis inicios favoritos, Los misterios... es mi recomendación obligada cada que alguién me pregunta por un libro, cada que veo a una madre regañando en público a un pobre niño pienso en Isol, en fin que puedo decir de estos y de muchos otros libros infantiles que descubrí cuando se supone que dejé de ser niña.
KurtC. -
Daryl -
De Roald Dahl, solo he leido la de Charlie y la Fabrica de Chocolates. Matilda se me hace interesante de leer. No se si la pelicula le haga justicia.
De los otros libros no se nada. Tengo todavia en la mente: La peor señora del Mundo.