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Tediósfera

Los puntos sobre La I

Los puntos sobre La I

Imagine la siguiente escena: El microbús en el que usted se encuentra va a atravesar un cruce sumamente complicado. Por cuidar su extrema izquierda, el conductor del colectivo no advierte que del lado contrario un camión de cervezas acaba de ignorar la luz roja. Apenas a tiempo para reaccionar, el chofer maniobra para que la desgracia no acontezca. El camión de cervezas pasa de largo, sin que el responsable demuestre una mínima preocupación. Entre el estupor de los pasajeros, el ayudante le dice al conductor: “Mare, varón, íbamos a salir en La I. ¿Te imaginas? Diría algo así como EL ALCOHOL LOS MATÓ Y ESO QUE NO ESTABAN EBRIOS”. Usted suelta una risa nerviosa. El microbús se integra a su ruta acostumbrada. Disolución.

Más que cualquier otro medio escrito, La I ha trazado un camino certero para identificarse con las desgracias que ocurren a la vuelta de la esquina. De los pleitos entre amasios a la comunicación con los fantasmas, el periódico que “llena” y “entiende” ha explotado mejor que nadie eso que Jorge Ibargüengoitia llamó la Ley del horror aceptable: “El interés de una noticia está en razón directa al cuadrado del horror que contiene e inversa de la distancia a la que ocurren los hechos”. En otras palabras: la fotografía de la tragedia causa mayor impresión si podemos llegar al escenario a pie.

“¡Aaaaah! ¡Por suerte el mundo queda tan, tan lejos!”, dice Susanita, aquel personaje de Mafalda, ante páginas que hablan de pobreza y guerra. La objetividad de los periódicos “serios” ha producido también el efecto de lejanía. Los dramas impactantes (los de cientos de damnificados) conmueven a sus lectores sólo en la medida en que éstos agradecen que no hayan sucedido “tan cerca” como para dañar sus antenas de aire. A diferencia de ellos, La I y otros periódicos populares circunscriben a sus lectores a una geografía donde el vecino roba soguillas a las ancianitas y tiene un rastro clandestino en el traspatio.

Los diarios de seriedad objetiva buscan incidir en dos mundos: el de la gente común y el de la política. No obstante, el teatro de la política se mueve con hilos tan delgados que el ciudadano común apenas alcanza a maldecirlos. Pareciera que para los periódicos serios, los seres habituales sólo son importantes si hablan de las promesas incumplidas de sus gobernantes; como si el contexto siempre corroborara la opinión política del director general. Pero en La I la presencia mínima de “actores políticos” es ejemplar. Lo cual significa que la vida continúa de pie sin el microcosmos de los funcionarios y sus palabras y que es posible sustituir las opiniones vacías de los políticos por las opiniones vacías de cualquiera. Si la insistencia con que los periódicos serios usan los sinónimos “dijo”, “agregó”, “afirmó”, “puntualizó” y “aseguró” es el remanente de una tradición que ha girado en torno a las declaraciones de quienes han patrocinado dichos medios, en La I, como en las encuestas, lo que dice la gente común y corriente vale en tanto el cúmulo de opiniones no sólo corrobora los lugares comunes sino que da la apariencia de realidad. 

Pensemos que ningún otro medio ha vendido con tanto éxito el murmullo de la ciudad a precio de escándalo al mismo tiempo que ha protagonizado su propia polémica. Su nota acerca de dos supuestas trabajadoras sexuales en el mercado público y la consecuente denuncia por difamación los volvió un referente. (Un amigo me comentó que corrían rumores acerca del sistema de contratación en La I: “Te sientan frente a cinco señoras y te piden que identifiques cuáles son prostitutas y cuáles no. Si respondes que todas, te contratan”).

Comentarios de este tipo acerca del fenómeno de La I me han hecho escribir este artículo. Me ha impulsado también la fantasía de otros medios que evitan a toda costa ser como La I, pero que quisieran experimentar ese crecimiento casi instantáneo de consumidores. Porque, sin lugar a dudas, la estructura del rotativo no sólo ha evidenciado en pocos meses la pirámide de necesidades de miles de lectores sino que ha condensado en sus páginas las secciones más leídas de los otros diarios: Policía, Deportes y Espectáculos, con una forma de hablar de las tragedias que podría definirse como “softgore”. Un estilo suavizado de ver la sangre. Un Alarma! sin advertencias de edad, con láminas escolares y recetas de cocina.

Quizás el elemento más identificable de La I sean sus titulares, cumpliendo una regla que se aplica a cualquier diario. Encabezar una noticia es manipular la realidad punto de hacerla redituable. Ya sea bajo el disfraz de la objetividad o del sensacionalismo, el titular es el atractivo a distancia de un periódico, y en diarios como La I, las fórmulas suelen ser variadas, a saber:

1. Humor + Horror + Exigencias de la Unesco

PATRIMONIO Y MORTAJA DEL CIELO BAJAN: Se puede usar cuando el techo de una casa colonial se le caiga encima a alguien. Se aderezará la información con los documentos del INAH que impidieron modificaciones en la vivienda.

2. Indignación + Narcotráfico + Cultura cinematográfica

UNA VIDA DE PELÍCULA (PERO DE LOS HERMANOS ALMADA): Se utilizará ante las confesiones de un policía corrupto que acaba de caer en manos de la ley.

3. Problemas viales + Dinero del Erario + Espectáculo de Carnaval

Y VAYA QUE SE LLEVÓ UN PEDAZO DE CAMPECHE: Este encabezado se referirá  a los problemas de no haber terminado una obra pública, por pagarle al artista contratado para cantar en el Carnaval.

4. Amor animal + Horror + Nombre de extinto Talk show

HASTA EN LAS MEJORES ZOOFILIAS: Se usará cuando una mascota, en apariencia amorosa, ataque inexplicablemente a su dueño cuando éste anuncie en su casa los preparativos para su boda.

5. Tecnología para todos + Compañías trasnacionales + Palabras del uso común

MAITROSOFT: Cuando las empresas de computación hagan programas tan sencillos que puedan ser utilizados incluso por quienes no saben sacar dinero del cajero.

  

Dadas las cosas, a nadie debería extrañar que un día de éstos se formule un nuevo axioma de celebridad: “En un futuro no muy lejano todos podremos salir en La I por lo menos una vez”. 

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