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Tediósfera

In memoriam 'Pajarito'

In memoriam 'Pajarito'

Dicen que ha sido el incidente más sorpresivo en toda la historia de los espectáculos salvajes, desde que un cristiano saltó a las gradas del Coliseo romano allá por el siglo III: “Pajarito” causó terror en la Plaza México al volar un domingo 29 de enero de 2006 sobre las barreras de la sombra y caer en el primer tendido repleto de aficionados a la fiesta brava.  Que el segundo toro de la tarde se robe los titulares que debieron ser para Pablo Hermoso de Mendoza es de subrayarse, en tanto sólo el Diario de Navarra (de donde es el rejoneador) destacó sobre todos los hechos la “sublime” actuación del jinete estellés.

Los medios reconstruyeron el suceso con precisión numérica. Gracias a ellos, pudimos saber que en los 60 años de vida de la Plaza México es la primera vez en que un toro de 503 kilos de peso libra una altura de 2.26 metros y una distancia de 2.22 metros para lesionar a 7 personas en 120 segundos y luego morir entre las sillas 97 y 98. (Informaciones de El Universal, La Jornada y La Prensa). Por otro lado, las cámaras de televisión mostraron escenas más elocuentes que cualquier cifra: hombres corrieron despavoridos sin soltar sus vasos de cervezas, un anciano se tiró al callejón sólo para fracturarse la cadera, una mujer hizo un giro que en otra circunstancia hubiera parecido sugestivo. La pronta muerte del animal marcó el final de la noticia, mientras en la plaza, el pánico duró los suficientes minutos para recordarnos que la parte “brava” de la fiesta estaba en las graderías. Con silbidos el público exigió continuar con la corrida acaso para dejar en claro que la sangre que en verdad les interesaba no provenía del cuerpo de otros espectadores. 

Más allá de las historias paralelas de salvación y condena (la embajadora de España en México regaló su boleto a una mujer que más tarde resultó ser la persona más lesionada del percance), el vuelo de “Pajarito” proveyó la inmejorable oportunidad de un titular. Del “¡Ay, Buey!” al “Terror en la México”, los diarios quisieron dar cuenta de un suceso por demás único: “‘Pajarito’ les mete susto a aficionados”, “Azotó la res”, “Toro hace honor a su nombre”. Un periódico incluso confundió al empresario Andrés García (que también salió lastimado) con el célebre actor y encabezó su noticia: “Matan dos pájaros de un solo tiro”.  

Pocos seres vivos -fuera del ámbito político- han podido gozar de una cobertura periodística tan completa que se extienda incluso hasta su última morada. El vuelo póstumo del toro fue notificado desde las páginas de los diarios AM y El Universal: las carnes a un frigorífico de Atizapán, la piel a una tenería de León, Guanajuato y la cabeza a un puesto de tacos de ubicación incierta. Los hermanos Francisco y Sergio Hernández, propietarios de la ganadería de donde provino “Pajarito”, acabaron lamentándose de no haber pedido la cabeza del astado. “Es una equivocación imperdonable, fueron momentos de mucha incertidumbre y ni mi hermano ni yo pensamos en ese momento en la cabeza”, afirmó el ganadero, con ese tono de quien quiere recuperar aún el Código de Dresde.

Como si en algo intuyeran que “infancia es destino”, los criadores rastrearon el pasado del toro para entender sus motivaciones, pero nada hallaron. “Nunca tuvimos problemas con él”, declaró uno de ellos, “no acostumbraba a saltarse las cercas ni nada de eso”. Ese tipo de mansedumbre podría colocarlo en la categoría de los terroristas discretos, como el Unabomber; sin embargo, al final de sus explicaciones, los hermanos Hernández dejaron entrever cierto rasgo de conmiseración: “‘Pajarito’ demostró su nobleza en el tendido, donde incluso buscaba la salida sin tirar cornadas”.

Gabriela Aguilar, editora de una sección deportiva, esgrimió un alegato a favor de esa hipótesis: “‘Pajarito’ el toro es inocente”, apuntó en su pase fotográfico a la página 4. Su opinión confirmó en cierto modo que nuestro país es propenso a simpatizar con animales que están demasiado cerca de la civilización, ya sea el Oso Panda o la orca Keiko. Desde otras páginas, Marielena Hoyo secundó esa conjetura al destacar en un artículo “los cojones de un toro que enfrentó su destino como le dio la gana”. Siempre próxima la escena de un gorila que cae el Empire State, buscamos un significado a la muerte del burel. “No fue el estoque lo que mató a la bestia”, diría el epílogo de esta película, “fue el ansia de libertad”.

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