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Tediósfera

Una lección de democracia

Una lección de democracia

Para Dinorah 


Año tras año el instituto electoral federal gasta millones de pesos en asegurar la limpieza de comicios que se efectúan cada tres años. A su vez, cada que pueden, los institutos estatales se reasignan millones para garantizar la fiabilidad de las boletas, el papel infalsificable, la tinta endeleble, pero sucede que pese a todos esos candados las cuentas siguen saliendo mal: hay más votos que votantes, las sumas no coinciden, cuatro miembros de la mesa directiva, seis representantes de partido y una calculadora son insuficientes para una operación correcta de aritmética básica. ¿Qué estaba pasando?, me pregunté. ¿Estábamos atribuyendo a la falta de rigor cívico a lo que en realidad era falta de rigor matemático?
Como si el objetivo fuera constatar esa hipótesis, 12 meses después de la elección más reñida de este país, los exámenes demostraron que los mexicanos no sólo teníamos problemas con las cuentas públicas sino con todo tipo de cuentas. Un alto déficit de habilidades matemáticas y comprensión de la lectura daban la pauta de lo que le sucedía a nuestra democracia: no sabíamos contar pero tampoco entender las instrucciones de un acta electoral.
Para averiguar un poco lo que sucedía me fui al origen de nuestra educación: a quienes las encabezaban. Y para ello tuve una ocasión inmejorable: la delegación D1-30 del Magisterio celebró este martes unos comicios estatales tan absolutamente importantes que era necesario suspender las clases por lo menos un par de días. Pero qué le vamos a hacer: estos señores han sido los pilares de esta país por décadas y saben mejor que nadie los costos de un sindicalismo de vanguardia. Era la primera regla de un buen sistema político: la democracia construye “puentes”.
En “Crímenes y pecados”, Woody Allen afirma que no debemos aprender de los maestros, sino observar cómo son. Yo diría que la clave está en observar cómo votan. De principio, los comicios del martes servían para elegir a quienes iban a elegir por los maestros en el VI Congreso Extraordinario.  Con el grado máximo de representatividad (elegir a quien elegirá a su vez a otro elector), los educadores estaban dando otra lección de política. 
El asunto es sencillo: se elige un representante por cada 100 profesores y uno más por cada “fracción de 40” (la cita es textual). Esto significa que por los primeros 100 de una delegación se elige a uno, pero cuando se llega a 140 se tiene derecho a elegir a dos. Esto no quiere decir que al llegar a 180 se elija a un tercero sino hasta sobrepasar los 240. En fin, matemáticas avanzadas.
Aunque fueron citados a las 8 de la mañana, los comicios comenzaron 30 minutos después.  Como si todavía estuvieran en el salón de clases, el primer acto fue el pase de lista, a fin de verificar el quorum legal. Entonces empezaron los primeros problemas aritméticos. La asistencia total era de 219 trabajadores y el responsable de tomar el pase de lista (un enviado del SNTE nacional, a quien llamaremos “el facilitador”) llegó hasta el último de los registrados, con el fin de dar validez al proceso. ¿No hubiera sido más rápido declarar el quórum una vez que el registrado 111 hubiera gritado “Presente”? No se hizo así, supongo, porque la auténtica democracia –sobre todo la magisterial- descree de cualquier lógica que no esté en los estatutos.
Después de comprobar la evidente mayoría, el facilitador explicó que había que decidir la forma en como serían votados sus representantes: si de manera individual o por planilla. Se trataba de algo simple y básico, PERO asimismo había que decidir si esa elección se haría de manera directa (alzando la mano) o a través del voto secreto. Es decir, elegirían la forma en que elegirían la manera de elegir.
Una voz generalizada –un murmullo que alcanzó el estatus de griterío- optó por la primera alternativa. Los alaridos de las maestras de educación especial le dieron al sistema una confiabilidad de la que nunca ha gozado ni el PREP: “¡Con la mano, ya, que tenemos prisa!”
El siguiente punto en la orden del día fue decidir si se obviaban seis puntos de esa misma orden del día. “Se trata de una sesión extraordinaria”, explicó el representante del SNTE nacional, a fin de que los compañeros entendieran que no era necesario rendir todos esos informes financieros que mencionaba el papel.
Una señora apeló a sus derechos sindicales.
“Yo opino que si la orden del día dice que hay que rendir el informe se tiene que rendir”. “Pero es una sesión extraordinaria”, le explicó el facilitador. “Para eso están las reuniones ordinarias” Y esa incompatibilidad de conceptos originó un debate de media hora.
“Bueno, que hable la asamblea”, decretó el representante del SNTE. Sin embargo y pese a los acalorados argumentos a favor y en contra por parte de los presentes, en ningún momento el punto se llevó a votación.
Finalmente el facilitador dijo:
“En vista que las sesiones extraordinarias son precisamente extraordinarias porque no hay orden del día, me permito seguir con la asamblea”.
Siete maestros –llamados con insistencia “representantes de las planillas”- hicieron propuestas para integrar la mesa directiva. Más de cuatro coincidieron en los nombres. “¿Les parece, compañeros, si unimos las mismas propuestas en un solo grupo para no votar por las mismas personas una y otra vez?”
En las democracias avanzadas el sentido común también se pone a consideración de las mayorías. Todos dijeron que sí.
Una vez conformada la mesa directiva (un secretario y dos escrutadores), se prosiguió a elegir a los candidatos. Es decir, se supone que hasta ese momento ni siquiera se sabía por quiénes se podía votar.
“Los siete representantes” (nadie dijo a ellos quién los eligió) propusieron nuevamente nombres: finalmente quedaron integradas dos planillas (de dos integrantes cada una). El siguiente paso era nombrar a cada planilla. No se trataba de un proceso tan simple como en la primaria donde los equipos de futbol podían llamarse “las Águilas” o “Valversiper”; en una asamblea sindical todo era susceptible de malinterpretarse.
“¿Y si sólo le ponemos Planilla 1 y Planilla 2?”, dijo alguien. La moción fue aceptada con una algarabía unánime.
El facilitador dejó en claro uno de los puntos básicos de todo referéndum:
“Entre los representantes y la mesa directiva hemos acordado que si escriben el nombre de la planilla tanto con letras como con números se dará por válido el voto”.
Hubo aplausos. A continuación el coordinador mostró la urna: un bote transparente que debió haber albergado de origen a una centena de Chupa Chups.
“Pasaremos nuevamente lista para que venga cada uno a emitir su voto”.
Todos esperaron su nombre. La mayoría gozosa pensaba en qué hacer con el resto del día inhábil.  

      Asamblea

5 comentarios

Dino -

Realidad, realidad ¿qué es eso?, cada que tengo que pasarte un informe de espionaje, mi querido Ed, me lo pregunto.
Tal vez alguién debería proponer un reality show de sindicatos mexicanos, estoy segura que sería un éxito, contendría todo lo que le gusta a los televidentes: comedia, romance, drama, violencia, corrupción.
En fin, es bueno saber que aun tenemos suficiente sentido del humor para reirnos del sinsentido de la realidad, gracias por eso amigo.

Giggles -

¡Hola!
Muchísimas gracias por leerme de verdad aprecio tus comentarios. Realmente no sé cuando vuelva a escribir, pero espero y me comentes para la próxima.
De nuevo ¡Muchas Gracias!
Adiós.

rodrigo solis -

No cabe duda que la realidad es más inverosímil que la ficción. Y lo peor de asunto, te lo apuesto, es que muchos creerán que este escrito fue producto de tu fantasiosa y loca imaginación.

Elem -

El día de hoy ya existe un nuevo representante de la sección IV del SNTE: Mario Tun Santoyo; quien con su slogan: "Vota por el cambio" (dónde he escuchado eso antes?) y luego de un congreso magisterial de mas de 24 hrs. ininterrumpidas, resultó 'el ganador' ... de buena fuente sé que para su elección se siguieron las mismas normas 'democráticas' que en las sesiones extraordinarias... pasumecha!

María Eugenia Matú -

Excelente.... de verdad que es excelente tu columna....