Crisis de identidad
1. Pocas cosas tan molestas como ser confundidos con otras personas.
“Oye, ¿Tú eres Maney, verdad?”, me aborda una chica, de rastas, tenis Converse y abundantes pins en la mochila.
“No, y nunca lo permitiría”, respondo. Maney es uno de esos nombres inadmisibles, peor que un apelativo o una errata del Registro Civil.
“Sí, sí eres. ¿No te acuerdas de mí? Nos conocimos en la fiesta de la Vaca, estuvimos jugando Play Station toda la noche”.
Por supuesto conocía a un tipo apodado la Vaca, todo mundo conoce a uno. El mío se llamaba Sergio Arturo, pero le decíamos Alpuro.
“En serio que no”, insisto.
“Mala onda, Maney, mala onda”, me dice la chica y se retira. Quedo sumamente contrariado. Camino a prisa para tomar el camión. Un grupo de señores, de esos que siempre están frente a los microbuses estacionados, me grita:
“Miren, pero si es Torpavo. ¡Torpavo, ven para acá!”.
Como no les hago caso, sueltan un insulto a una sola voz. Desde la ventanilla, observo sus ademanes obscenos.
¿Somos realmente únicos, tenemos clones que cometen fechorías en nuestro nombre, vivimos universos paralelos que un día cualquiera se cruzan? Cualquiera de las respuestas me da escalofrío.
2. Cada que voy a un encuentro de escritores, se me acercan señores de edad madura a felicitarme, incluso antes de que yo haya leído una sola línea.
“Nunca me pierdo su columna en el Reforma”, me dicen con regularidad.
Les tengo que aclarar que ése no soy yo, que a quien leen es a Eduardo Huchim y que, a diferencia del ex consejero electoral del IEDF, mi apellido termina con “n”.
“Ya decía yo que se veía usted muy conservado”, me responden y se van, no sin antes obsequiarme una sonrisa de compasión.
Soy un masoquista por naturaleza, lo reconozco; aún así nunca he querido contar la cantidad de público que abandona mis lecturas cuando se entera de que no soy el editorialista de Reforma.
3. Mi correo de Hotmail es “jehuchin”, cuyo sentido se explica por las iniciales de mis dos nombres: José Eduardo. Sin embargo, cada vez son más las personas que creen que ese “je” antes de mi apellido significa otra cosa. Y son con regularidad gente con la que no tengo nada que ver y que me envía oraciones de los ángeles, advertencias de que podríamos morir al contestar un celular que está aún cargándose o con enlaces que dicen: Muy divertido, chekenlo!!!!!!. El problema de los correos masivos es que te empieza a contactar gente que nunca has conocido, que no conocerás y que, con frecuencia, no estás interesado en conocer. Son ellos quienes toman mi correo de alguna cadena y para identificarme me bautizan, utilizando apenas el sentido común. Para ellos, no sé por qué, soy “Jesús Huchín”.
4. Por años, tus conocidos y amigos te cuentan historias de un clon tuyo, de alguien muy parecido a ti que estuvieron a punto de saludar. Te llegan noticias de que te vieron en un bar karaoke entonando “Reina de corazones” o que eres un engreído por no saludarlos en el supermercado.
“En serio, está igualito a ti”, te dicen. El convencimiento es pleno, lo ves en sus ojos y la evidencia se acumula, con cada comentario. La duda es: ¿por qué en una ciudad tan pequeña como Campeche nunca te lo has topado?, ¿pueden acaso tú y él tener intereses tan disímbolos como para no coincidir en algún lugar, ni siquiera una calle del centro histórico, donde te puedes encontrar a todo mundo, principalmente a tus ex parejas?
En un momento dado crees que todo se debe a las reglas físicas que sostienen al mundo tal como lo conocemos y que siguiendo la lógica de Volver al futuro, un encuentro entre tú y tu doble podría crear una paradoja en el espacio-tiempo. Pero en realidad es que no seríamos capaces de reconocernos, como cuando escuchamos una grabación casera y decimos “¿Ésa es mi voz?” Quizás nos hemos topado con nuestro clon decenas de veces y ninguno de los dos se ha dado cuenta, o es que nada es más deprimente que vernos desde afuera y preferimos hacernos al tonto.
5. Los viajes son escenarios perfectos para corroborar que nuestro nombre transita biografías sin autorización ni aduanas. Hace un año coincidí con una mujer en la fila del aeropuerto quien me confió que en el 2001 había conocido a un Eduardo Huchín Sosa en Cancún.
“¿José Eduardo, igual que yo?”, le dije mientras señalaba mi credencial que había sacado junto al pase de abordar.
“Sí, sí. Seguramente era un nombre inventado, qué más da. Dirás que soy una romántica pero nunca olvidé cómo se llamaba. Ya sabes, ese tipo de cosas que sólo suceden en el Springbreak”.
“¿Qué te hace suponer que no era yo?”, dije.
“No usaba lentes, era más delgado, llevaba dos arracadas en cada oreja… ¿Quiere que pase a los detalles?”.
“¿Cómo sabes que no me quité las arracadas, me dio miopía súbita, engordé y me volví un nerd precisamente por no haberte retenido junto a mí?”
Miró su pase y respondió: “Creo que hoy quiero ser la última de la fila. Por cierto, en realidad no me llamo Mariana”.
6. Desde octubre del 2006 recibo puntualmente los reportes mensuales de la Comisión para Riesgos Sanitarios del Estado de Campeche (Copriscam, por sus siglas). Por un error, intuyo que a razón de mi correo “jehuchin” de Hotmail, alguien cree que soy José Enrique Huchín Uc, coordinador general del Sistema Estatal Sanitario (el desconfiado y desocupado lector puede consultar este directorio). No es que me moleste recibir cronogramas y comunicados de la Cofepris, sino que a pesar de haber enviado un correo para aclarar la situación, los informes me siguen llegando, incluso de quien se supone que soy yo.
7. Sucede que un día te cansas de ser quien eres y hay momentos cómodos para librarte de esa responsabilidad.
“Buenos días, con el señor Eduardo Huchín Sosa. Estamos promocionando una tarjeta de crédito del banco Santander”, dice un hombre correctísimo al otro lado de la línea.
“Salió de viaje. Soy su chofer”, digo y acepto el “Usted, disculpe”.
8 comentarios
JM - de Jorge Mantilla Góngora. -
Rodrigo Solís -
KurtC. -
Luz -
Hollywood que sabemos que es guapo, no nos molesta que nos lo digan.
En cambio, si alguien se aproximara a nosotros pensando que somos otro
X al que casualmente conocemos y es feo, no nos gusta. ¿No?
Muchos saludos.
Susana Escobar -
Desde que leí tu libro "Escribes o trabajas" intento leer (lo más posible) tu TEdiosfera, y como dicen los demás, "me encanta como escribes"... buena onda!!
JM. (el original... o al menos el que conoces) -
Laura Trujillo -
Te admiro mucho y agradezco que compartas con nosotros tus escritos.
¡Un saludo!
Giggles -
El número 4 encaja casi a la perfección con lo que me dijeron hace poco 2 personas "En serio, está igualito(a) a ti, te dicen.."
¡Me encanta lo que escribes!
Bueno, adiós.