Nuevos premios de periodismo
Cada que llega fin de año me entra una enorme amargura: ninguna dependencia me manda canasta navideña. Eso me hace pensar siempre en las desavenencias del oficio periodístico, que entre otras cosas, en nada garantiza: a) ser conocido, b) ser cooptado, c) granjearse el respeto de nadie. Alguno me dirá que para eso están los mimos gubernamentales, los reconocimientos a la Libertad de Expresión otorgados en un día que bien podría llamarse de la Libertad de Celebración, si tomamos en cuenta todos los festejos que se organizan al respecto. Es como si de repente, la clase política despertara una mañana con la absoluta convicción de que el periodista es el indagador de la verdad por antonomasia y no le alcanzara la felicidad más que para armar una comilona.
Pero el periodismo es mucho más que sus géneros tradicionales (nota informativa, entrevista, editorial, columna, crónica, etcétera). El periodismo está lleno de héroes anónimos, casualidades provechosas, tiranías laborales y discordias gratuitas. Es innegable que también está hecho de rostros reconocibles -el presentador de televisión, el reportero que inquiere, el articulista cuya foto encabeza una columna-, pero hay otro sector olvidado que no aparece tan fácilmente. En el extremo, un grupo de profesionales padecen la actividad periodística desde la sombra. De la fuente secreta al corrector de estilo, la noticia también se nutre de la discreción. Hay nombres cuya celebridad se reduce a su presencia en una nómina.
Para ellos, para reconocer la labor de cientos de trabajadores del medio que nunca son invitados a las posadas de los periodistas y menos aún al desayuno de la Libertad de Expresión, propongo nuevas categorías al Premio Estatal de Periodismo, para que el comité en cuestión las tome en cuenta desde ahora:
a) Premio “Luis no se acentúa”. Será otorgado a la mejor corrección de estilo. El corrector es un tipo que a veces rescribe la noticia y en cirugías mayores, mejora la columna editorial. Enclaustrado entre diccionarios de sinónimos y conjugación, el corrector es un garante de legibilidad. El género de la corrección necesita siempre de la prisa del reportero y en menor medida de sus descuidos a la hora de nombrar a un funcionario. Para participar, el interesado deberá enviar la nota escrita por el reportero y la nota publicada por el periódico, a fin de hacer destacables las diferencias.
b) Premio “Garganta profunda”. El nombre, sugerencia de Juan Villoro, busca honrar a todos los informantes que destapan las cloacas del poder desde sus humildes puestos burocráticos. Trabajadores indignados por el comportamiento déspota de sus jefes, la fuente anónima filtra las conversaciones secretas, los números que no cuadran o las labores de intimidación. El rencoroso destapa aquel viaje a Europa cargado al erario o la irregular licitación a un pariente. Todo seleccionado usará un seudónimo, a fin de conservar oculta su identidad. Los autoatentados (en que el delator y el delatado sean la misma persona) quedan estrictamente prohibidos.
c) Premio Kapuscinski. Para rendir un merecido homenaje a uno de los grandes del oficio, se ha creado este premio, cuyo monto será para el reportero que, sin salir de Campeche, sea tratado como si fuera corresponsal en África: sin transporte, en la pobreza, bajo amenaza y que tenga el tesón suficiente para llevar la nota en estas condiciones de precariedad.
d) Premio de Ficción Editorial. Será para el editor que por rellenar el espacio de una nota corta, que tenía que ser larga, citó y parafraseó la misma declaración, hizo descripciones innecesarias y usó fórmulas de boletín, etcétera. El “milagro de la multiplicación de los caracteres” debe ser recompensado, sin lugar a dudas. Los interesados enviarán, como en el caso de la corrección de estilo, la nota original y la publicada.
e) Premio al Proveedor de portadas del año. Se dará al mejor villano, político déspota, espía, advenedizo, extranjero o colonizador; en fin a todo aquel personaje que proporcione primeras páginas en días en que no hay nada que informar. Será el hombre público al que se le dediquen extensos reportajes sobre cómo está ayudando a sus amigos desde una dependencia federal o cómo es capaz de tener dos actas de nacimiento con fechas distintas. Verdaderos mártires a cargo del erario, los villanos de portada son noticia cualquier día: se aprovechan de sus influencias, dan declaraciones desafortunadas y son propensos a la caricatura, incluso para los malos cartonistas.
f) Premio J. J. Jameson. En honor a aquel jefe de Peter Parker siempre al borde de escupir bilis, el premio Jameson reconocerá la labor de los jefes de información, editores y dueños de periódicos que arriesguen su salud en cada junta editorial. Célebres sobre todo por su buen tacto a la hora de hablar con sus empleados, los jefes desarrollan úlceras con el nombre de cada uno de sus subordinados. Por eso, el riesgo que dice tener el periodismo no sólo se limita a la violencia externa, sino incluye dosis irremisibles del temor clínico a dejar la vida mientras se discute el error en un encabezado.
4 comentarios
rodrigo solís -
Por cierto, sabes qué es lo curioso del asunto, aún sí estos premios existieran, creo que jamás los ganaría quien debe ganarlos, es decir, todas esas personas en quienes te basaste para hacer este maravilloso escrito.
wilberth herrera -
Un saludo
Juan Carlos -
Karenina -
Me parece muy acertado tu comentario y el premio que deberian de aprobar es el "Premio Kapuscinski", pues me parece que muchos de los escritores (y muy buenos) se esconden detras del muro del anonimato, entre el hambre y desesperacion de letras y reconocimiento. Probablemente no para cambiar el mundo pero si para ser dadivoso con el lector: un festin de pensamientos que pueden cambiar su rumbo.
Saludos desde Ciudad del Carmen.