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Tediósfera

Lecturas para un verano peligroso

Lecturas para un verano peligroso

En estos tiempos en que se piensa que los escritores pueden representar una voz colectiva o que cobran importancia porque firman desplegados en los periódicos, sería bueno recordar lo que alguna vez dijo Octavio Paz: que la voz de un escritor importa porque es la voz de un solitario. No obstante, la soledad no representa de ningún modo desatenderse de un país en vilo, lleno de disyuntivas igual de violentas por cada bando. No corramos el peligro de pensar que leer es evadirse y de que la realidad sólo acontece en los noticieros. La soledad en el tumulto, eso que llamamos literatura, sirve igual para entender un poco nuestra relación con las circunstancias. La poesía no deja de ser actual sólo porque no habla de política o economía. En un acto temerario, como la vida misma, la literatura propone ver al mundo desde la extrañeza, a pesar de las noticias y de la costumbre. Para el poeta, escribir es ser extranjero en su propio idioma, merodear la realidad tal y como se contempla un crimen sin pistas fáciles, para finalmente dejar constancia del asombro. Eso hacen Nadia Villafuerte y JM Garciamagaña en sus narraciones y poemas: convertir la simpleza en desconcierto.  

1. Barcos en Houston de Nadia Villafuerte 

La gente en la frontera mexicana no se pregunta demasiadas veces en serio si el dilema es ser o no ser, como presumen los shakesperianos. Su disyuntiva auténtica es irse o quedarse. En los cuentos de Nadia Villafuerte (Chiapas, 1978), las mujeres están en perpetua huida y los hombres siempre están ahí para utilizarlas mientras son utilizados. Todos fantasmas de sus propias ciudades y con cada nueva ciudad siendo apenas un retén en el camino. Al final hay un destino poco claro: si se llama Juárez o Estados Unidos poco importa; lo esencial es sentir que no fondea uno ni reúne demasiados pretextos para quedarse. Conviene no acumular muchas deudas, piensan los personajes de Nadia, conviene también desechar uno a uno los recuerdos.

Barcos en Houston es un conjunto de bitácoras tristes. Como si los personajes limítrofes de Nadia Villafuerte bosquejaran su historia poco antes de olvidarla, ofreciendo una última prueba de existencia, como aquellas credenciales falsas de sus inmigrantes. A través de quince cuentos desmedidamente reales, la autora demuestra su destreza narrativa, pero sobre todo describe con acierto la honda impresión que dejan las ciudades fronterizas en sus habitantes. Sus escenarios son autobuses y tráileres, conciertos que se añoran o pueblos aburridísimos, prostíbulos y bares. Sus protagonistas, chicas bailarinas y clientes que se han vuelto de repente biógrafos de sus desgracias. Putas en tránsito, inmigrantes de socorridos sueños. Gente instintiva para quien la inmovilidad es su otro arte de la fuga.

“Frontera de sal”, por ejemplo, cuenta el periplo de un fotógrafo checo en Paredón, un pueblo del Sur de México, que inicia en su necesidad de retratar una realidad que parece exhibirse sin resquicios, abúlica, siempre la misma, y concluye en su aceptación del fracaso para retratar ese y cualquier otro entorno. En el momento más revelador (no fortuitamente “revelar” es una palabra del argot de los cuartos oscuros) el fotógrafo contempla el coito de aquella mujer que le dio alojamiento en su propia casa y cuya sexualidad lo ha dejado aturdido.  Es el mismo sabor de voyeur desencantado que tiene el lector al terminar el libro: algo faltó, algo se quedó en el tintero o en el negativo.

“Pornógrafa en tren” como se ha definido la autora, sus cuentos demuestran que la única ley en los pueblos sin ley es la ley de la atracción de los cuerpos. Los poblados de la frontera parecen producir un sexo que ni resulta pornográfico ni resulta repulsivo ni resulta nada. El sexo es algo que ocurre, como los accidentes. Sin embargo, para los personajes de Nadia, el sexo funciona para un propósito más sublime que el amor: la escapatoria. Por ello transitan a lo largo de senos, nalgas y piernas como si cruzaran poblaciones. El cuerpo de los otros es apenas una ciudad para pasar la noche.   

Barcos en Houston es un libro melancólico. Un libro que examina una extraña nostalgia, rara en tanto sus protagonistas parecen haber nacido incluso en el exilio. Es quizás esa nostalgia de lo que fueron y, más significativo aún, de lo que han pretendido ser y no han logrado lo que define el color de sus historias. O tal vez sea esa tristeza de lo que unos llaman “lo perdido” y otros “lo probable”. Porque entre el país que uno deja y al que uno va, nadie se libra de aquel deprimente y extenso territorio de paso.   

(Nadia Villafuerte. Barcos en Houston, Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Chiapas, 2005, 146 pp. )  

2. ¿Dónde vas, Poeta? de JM. Garciamagaña  

JM Garciamagaña (Campeche, 1983) parece confirmar con ¿Dónde vas, Poeta? que su arte encuentra siempre formas poco ceremoniales de presentación: a veces cómic, a veces mural, a veces hojita parroquial. Por ello, esta obra que obtuvo el primer premio Guillermo García Guzmán ha redescubierto en sus lectores que la poesía también nos toma por asalto, como un cartel, una canción en el autobús o el cuadernillo de ofertas del supermercado. Propaganda poética, ejercicio de divulgación, las ocho páginas que integran esta obra  dan cuenta de la última poesía que se escribe en este Estado (en este caso, la de Garciamagaña y Flor de Anda, mención honorífica). Aunque siempre ha manifestado que los premios sólo sirven por lo que de papel tienen (el dinero o la edición), esta vez JM ha desestimado la función social de su primer hijo. Para el poeta, su plaqueta mínima no podría utilizarse para secar líquidos derramados, protegerse de la lluvia o forjar un cigarro con cáñamo de la India. Pero, al mismo tiempo, JM (nombre que suena tan megalómano como aquel villano de la serie Dallas, JB) ha olvidado que sus hojas sirvan quizás para devolverle a la poesía una de sus características esenciales: la metamorfosis de lo cotidiano.  El arte busca transformar los objetos, incluso los más simples, incluso en son de broma (como aquel inodoro en el museo, de Marcel Duchamp). En la misma línea, ¿Dónde vas, Poeta? ha transformado un cuadernillo color crema en un objeto literario. Tenga cuidado, revise los documentos al borde del basurero, las hojas a donde iba apuntar aquel número telefónico, puede estar usted ante una obra literaria. Vea con detenimiento aquel par de cuartillas engrapadas que usa de separador, observe un poco más las letras y en esa foto de autor descubra la febril mirada de quien ha recibido una veintena de flashes antes de llegar a la postura definitiva. Vea esa imagen del centro de la ciudad; no, no era un tríptico de la Secretaría de Turismo, sino un texto de poesía. ¿Lo puede creer? Deténgase otro poco en lo que dicen las frases, pero no albergue demasiadas esperanzas; en la literatura nada está garantizado, pero el riesgo siempre vale la pena. Si siente que lo han decepcionado, todavía tiene la opción de olvidar esas hojas impresas en la próxima iglesia; quizás (como en aquella caricatura de la rana cantante) algún incauto dé con ellas.  Cortázar registró en algún cuento el diario deambular de los periódicos: las metamorfosis que lo hacen ser primero un objeto de lectura y finalmente un papel para envolver flores. En ese mismo sentido, JM Garciamagaña revalida con ¿Dónde vas, Poeta? la fortuna y la condena de la poesía: su libre tránsito.  

(JM. Garciamagaña. ¿Dónde vas, Poeta? Ediciones Table Dance, Campeche, 2006, 8 pp.)

2 comentarios

Flor De anda -

La frontera es ese pequeño territorio, oscilante entre el lugar donde no queremos vivir, y el lugar donde no quieren que vivamos. Igual y todo depende de la trinchera desde la cual se mire, podemos, como Jorge Drexler decir "que las fronteras se mueven como las banderas", o como el buen Juanga "Me gusta estar en la frontera, porque la gente es más feliz y siempre espera vivir mejor y se supera". Magnética reseña, ya me animó a leer el libro. A ver cuando lo rolas Eduardo... :p

Nadia -

Huchín... ¡No, no, no!
No soy de 1975, sino de 1978... Debes de comprender que para una mujer, eso de la edad es a veces, ¡¡¡catastrófico...!!!
Ya agregué esta tediosfera a mis itinerarios marinos...
Arriba el sur, puesn!!!
Pd: Aprovechando el viaje, te paso la página del suplemento de cultura Paralelo 16, de Chiapas.
www.paralelo16.blogspot.com