No deje este libro al alcance de sus hijos
Este 6 de enero ha transcurrido con una recomendación de la Profeco: no compre juguetes bélicos “pues fomentarán en el menor la destrucción y que se enoje con facilidad”. Asimismo el año pasado, la misma dependencia participó en una campaña para intercambiar juguetes violentos por juguetes didácticos (de la misma forma que el Ejército le da por trocar despensas por armas de verdad). El objetivo, según la Profeco, es “fomentar una infancia libre de violencia a fin de propiciar un ambiente de orden, tranquilidad y estabilidad social en aras de una cultura de no violencia”.
La perspectiva no me extraña. Siendo el gobierno nuestro Papá simbólico no es difícil que concentre los prejuicios de miles de padres, sobre todo cuando se refiere a la televisión, la música y los videojuegos. Convencidos de que ser progenitores responsables supone establecer prohibiciones claras, miles de padres han decidido echarle un ojo al entretenimiento actual de niños y jóvenes y han salido horrorizados.
Censores en ciernes, los padres ha aplicado a través de los años sus propios criterios para decir si un programa es apto o no para sus pequeños, o si un juego lo es o no, pero en ningún momento han indagado en el criterio que siguen sus hijos para preferir un programa o un videojuego y no otro. Demasiado preocupados por no exponerlos a contenidos inapropiados, los padres sólo han reflejado sus propios miedos adultos y en nada han entendido la manera en que los niños asimilan lo que ven.
Contra lo lugares comunes (y mejor aún, contra la corrección política) Gerard Jones explica en Matando monstruos (Ares y Mares, 2002) “por qué los niños necesitan fantasías, superhéroes y violencia imaginaria”. Refutando las consabidas evidencias científicas que asocian la violencia televisiva con la real, Jones desentraña los sesgos metodológicos que dirigen esas investigaciones para que digan lo que los padres (y las fundaciones que financian esos estudios) quieren oír: que los programas y los juegos violentos generan más violencia.
Para Gerard Jones (guionista de cómics y autor de otros libros sobre cultura popular) la acción física de las series televisivas es necesaria para el crecimiento de cualquier niño, porque el juego es la única forma de hacer manejable el mundo. En los juegos con armas de plástico, el amigo puede levantarse de nuevo y en las peleas entre muñecos, el héroe derrotará siempre al villano. Tristemente, en la realidad, las cosas son absolutamente distintas: el muerto no se levanta, los villanos no sólo salen indemnes sino que terminan dirigiendo los destinos de las naciones.
A los padres les asustan los juegos violentos de sus hijos porque les parece que en lugar de volver manejable la ira a través de la ficción, fomentan la barbarie como una forma de habitar el mundo. En el fondo, esta preocupación va mucho más lejos: los padres creen apropiado proteger a los pequeños de la realidad, porque la realidad les parece en buena medida cruel, porque esa realidad es imparable y ha pasado de los canales de cable a la esquina de la casa.
Uno de los principales errores acerca de los niños, dice Jones, es pensar que absorben todo lo que ven sin aplicar un criterio de discriminación. Algo tan simple, como decir “me agrada” o “no me agrada”. Falso. El problema es que a los niños les gusta aquello que a los padres no les gusta. Una pequeña diferencia generacional, que no debería sobresaltar a nadie. Sin embargo, en su afán de crecer a chicos sanos y buenos, los padres limitan ese desarrollo si implica etapas que los inquietan: ¿cómo permitir los juegos de video donde se matan zombis, las caricaturas y libros sobre demonios y monstruos?
Otro de las falacias que desentraña Matando Monstruos es la percepción comúnmente aceptada que la violencia visual desensibiliza a quienes la ven, al grado de hacerlos indiferentes a las muestras de violencia en la vida real. Jones explica que los pequeños y adolescentes piensan en la violencia del videojuego, la televisión y el cómic como ficción y que saben que fuera de ese mundo imaginario, la violencia es dañina y terrible. “Las miles de imágenes de explosiones y muertes no amortiguaron el pavor que todo el mundo sintió ante la tragedia del 11 de septiembre de 2001”, dice el autor. ¿Qué pasó, no se supone que todo parecería una imagen más del vasto catálogo de explosiones hollywoodenses? Uno de los jóvenes entrevistados por Jones, fanático de los juegos de video y del cine violento, lo describe con precisión: “Sigo viendo una y otra vez la escena del avión chocando contra el rascacielos, y me parece sacada de un videojuego o de una película. Y pienso: he visto esto miles de veces, pero sólo ahora es real. Y verlo como algo que se supone que es divertido o emocionante únicamente sirve para empeorarlo”.
Por décadas, hemos sobrevalorado la influencia de la ficción en niños y jóvenes. Una historia de las prohibiciones a lo largo de los siglos XIX y XX podrían dar una imagen exacta de cómo evolucionan nuestros temores adultos, la fotografía de lo que queremos imponer como un mundo mejor. Es difícil pensar que en las primeras décadas del siglo XX, existieran condenas hacia Tarzán, por contener escenas de salvajismo o que a principios de los ochenta se considerara perjudicial exponerse a los primeros videojuegos (para los censores que los fantasmitas acabaran con Pac mac comiéndoselo era una forma de violencia). Gerard Jones se pregunta si el problema no estribará en que sólo cambiamos los demonios a los cuales condenar y no las estrategias para enseñar a los niños a enfrentar el mundo.
“Queremos que nuestro hijos sean sensibles a la violencia. (...) Tenemos miedo que las imágenes violentas les hagan ver menos real la violencia real”, explica el autor. “Pero tampoco queremos que nuestros hijos vivan atemorizados por la violencia. Hacemos todo lo posible para que su entorno esté exento de violencia, y nos inquieta que gracias a la televisión y los videojuegos, la violencia entre en nuestras salas de estar o en sus dormitorios”.
¿Vivimos el peor de los tiempos?, ¿no está la actual generación de niños y jóvenes caminando rumbo a la perdición, guiados por el Internet, el Playstation 3, la televisión y la música moderna? Habría que tranquilizarse un poco. Hacia 1930, la percepción general en periódicos y revistas especializadas era que la generación de ese momento era la más perjudicada y problemática que se conocía. Setenta y nueve años más tarde, las cosas que preocupaban a los adultos de ese tiempo parecen ridículas, ¿llegarán a serlo en el futuro los argumentos que actualmente esgrimimos contra todo lo que no nos gusta?
Viendo un poco la TV actual, los videojuegos y sobre todo las prohibiciones que sobre de ellos hacen los adultos (que aún no sé quienes son, porque cada vez veo a más adultos interesados en comprar un Guitar Hero para sí mismos) me pregunto si en realidad los padres no temen el mundo futuro que heredarán a sus hijos, sino el mundo futuro que representan sus hijos.
8 comentarios
Eduardo Huchín -
Yary -
PD. Hasta psicólogo me resultaste Ed. (me vas a dejar sin chambitas)
Yary -
PD. hasta psicologo resultaste Ed. (me vas a quitar chambitas)
Rodrigo Solís -
Por cierto, deberías subir este escrito a la Pildorita en la sección de literatura. Digo, para que digan que somos unos intelectuales. Uno de mis propósitos de año nuevo fue escribir menos y leer más. También subir la reseña de un libro por semana. Sería bueno recomendar libros a nuestros lectores (como te dije al principio), sin más ánimo que para que se piense que somos unos chingones.
karate pig -
me parece muy atinado tu articulo
de hecho, me parece más violento el ascéptico mundo de disney o de las telenovelas que cualquier escenario post apocalíptico de una pelicula de zombies.
en todo caso me parece muy atinado el mensaje de Jones, que de ninguna manera es "compra videojuegos la violencia es un deporte, practícala" sino que hay que ensegnar a los ningos a manejar la violencia en vez de simplemente negarla, escondérsela...
saludos
Eduardo Huchín -
indira broca -
Como madre de una niña de casi 6 años, te puedo decir que me preocupa más que mi hija vea las telenovelas de televisa que dragon ball, pero me preocupa igual que vea a los chicos del barrio, pues las caricaturas están sacando la violencia de la ficción y nos la transportan a terrenos que son más que una ficción, una simulación de la realidad, ahí donde, por lo menos yo, veo un peligro. Tengo sobrinos que se ríen de los video de decapitados y coasa de esas en youtube. digo, eso no es juego ni ficción, es la delgada linea entre ésta y la realidad.
chicokc -