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Tediósfera

Genios (una guía mínima)

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Bases científicas.- La física sirve para explicar al genio y no al revés. Es decir: el problema de la genialidad se reduce, como todo el universo, a una simple fórmula de tiempo y espacio:
 

G= Ta Vcm

     R

 
Donde R es reconocimiento, Ta es Tiempo adelantado y Vcm es “Vivir en el culo del mundo”. Eso significa que la genialidad carece de reconocimiento, per se. Al ser el reconocimiento un valor cercano a cero, la multiplicación entre Tiempo adelantado y Vivir en el culo del mundo se hace enorme, casi cercana al infinito, lo que ofrece unas oportunidades bárbaras a los ensayistas (poco propensos a los reflectores), sobre todo a aquellos que viven en las provincias. Ya lo dijo el poeta: “Como todos los artistas de todas las épocas, escribo adelantado a mi tiempo”.


Etología.-
El genio es una condición inherente a cualquier autor, incluso hay quien ha afirmado que se trata de su primer síntoma. Lo esencial en el genio no son los libros; la obra, en todo caso, es un daño colateral del ejercicio solipsista del escritor. El genio se puede dar el lujo de no escribir por largas temporadas, dedicándose enteramente a “hacer biografía”, lo que en el medio artístico significa vestirse como un indocumentado, abrazar alguna que otra causa política, nunca abdicar ante la vida monótona del matrimonio y disparar hipodérmicas con veneno contra toda idea convencional que se presente. Su potencia sexual –con hombres o con mujeres, da lo mismo- ha sido declarada patrimonio natural por 9 de cada 10 parejas suyas (ocasionales, huelga decir). En fin que irradia semen y semántica todas las noches, porque nada le satisface tanto como vivir las páginas que escribirán los demás. Y lo más importante: la genialidad no se reserva el derecho de admisión. De modo que detrás de todo manco hay un Valle Inclán; de todo dandy un Wilde, de todo ciego un Borges, de todo exiliado un Sebald. Y no digamos, de un gordo un Chesterton, de un ermitaño un McCarthy,  de un borracho un Lowry.

 

Obra recuperada.- El genio desdeña por definición a sus contemporáneos (y a sus coetáneos, recordemos la ecuación). Escribe pero rara vez somete su creación al escrutinio de otros escritores. La crítica podría minar su obra mayor. ¿Qué hubiera sucedido con Fernando Pessoa asistiendo a los talleres del Fonca? Sencillamente no existiría ni siquiera el primer heterónimo. El mejor consejo que se le puede dar a un genio es escribir para el futuro. Que archive los poemas y los fragmentos reflexivos o inicie un diario. Si usted quiere desarrollar (y en el mejor de los casos, explotar) su genialidad, asegúrese de que nada se pierda, cree tres o cuatro cuentas de correo, donde sus albaceas puedan descargar su obra inconclusa. Envíese mails todos los días, con sus últimas correcciones; las fechas ayudarán a la edición crítica.

 

Piromanía.- El genio tiene que pasar por perfeccionista y no hay mayor imagen para la perfección que el fuego (como bien lo demostraron Jehová o Nabokov, unidos también por el talento para poner en aprietos a sus respectivos hijos). Pida que todos sus papeles sean incinerados, después de su muerte, pero asegúrese de que su amigo sea un tipo torpe, de preferencia pobre diablo, incapaz siquiera de tirar a la basura las reseñas ásperas sobre lo que usted ha escrito. Indispensable el sexo masculino. No confíe en las mujeres: ellas sí le harán caso. Vea lo que le pasó a Kafka con Dora Dymant.

 

Obra en marcha.- Construya capítulo a capítulo, día tras día, un libro fantasma, que sin embargo será la columna vertebral de sus Obras Completas. Las obras mayores tienen la prerrogativa de los Clásicos, que pueden o no ser leídos y en nada mermará su importancia en la literatura. En fin hable de su futuro libro en términos con los que un astrónomo describiría el Big Bang, por ejemplo. Deje rastros (un título, un personaje, una trama) en presentaciones, en entrevistas, en sus conversaciones con los amigos. El género WIP (Work in progress) marcará la literatura de este siglo.

 

Negación.- Nunca asuma el oficio. “No soy escritor”, diga una y otra vez. El genio considera al escritor una especie inferior, alguien que se esfuerza mucho pero alcanza muy poco, como esos gordos impedidos a adelgazar por causas genéticas. Usted reflexiona, sentencia, vive, es un alma atormentada. Nada de preocuparse por las banalidades de la técnica. Nadie debe confundir genialidad con destreza; al genio se le identifica más fácilmente en su prosa descuidada, pero llena de vitalismo o en esos poemas que tocan el dolor porque ignoran la métrica. Además, cada que usted diga “No soy escritor”, parecerá estar rodeado de un halo de humildad (una virtud que en estos tiempos es casi una extravagancia).

 

Demografía. La sobrepoblación de genios no debe preocuparle. Haga lo mismo que con los pobres (cuya ansia de reproducirse los emparienta con los poetas): viva como si no existiesen.  

 


Este texto ha sido, está o será publicado en la revista
Los Perros del Alba.

2 comentarios

KurtC. -

Uhhhh!!! Que entrada! Pum punch crash!!! Santas genialidades Huchín!!!

rodrigo solís -

Muy buen escrito, Eduardo. Y aquí te dejo una fórmula infalible que nos han dado los del jurado del FONCA los últimos años. La fórmula (como bien recuerdas) es la siguiente:

8 = D

Donde 8 es igual a TU talento.
Igual es igual a igual.
Y D es igual a me vale mucha verga.

Es por ello que esta fórmula es más conocida de la siguiente forma:

8===============D