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Tediósfera

Slim Fast

Slim Fast

Según la revista Sentido Común, Carlos Slim ha superado a Bill Gates como el hombre más rico del mundo. ¿En apenas tres meses?, ¿cómo le hizo? No sé mucho de economía empresarial, pero cada que veo mi recibo Telmex o lo rápido que decrece mi crédito en el celular creo saber qué sucedió. Para la publicación online, un alza del 27 por ciento en las acciones de América Móvil, propiedad del magnate mexicano, propició el rápido ascenso de Slim en esa lista a la que todo ser humano quisiera pertenecer, quizás poco menos que aquélla de los hombres más deseados del mundo.
Yo tengo otra teoría: la piratería. El pobre (es un decir) señor Gates tiene que luchar con los programas clonados, con el software libre y peor que eso, con la sana competencia. El señor Slim la tiene más fácil: nadie ha desarrollado todavía la telefonía pirata, ni ha buscado la manera de clonar los números celulares, para cargarle la cuenta a los ricos de este país. El 40 por ciento de mis amigos tienen que lidiar en las computadoras de sus trabajos con el mensaje “Usted podría ser víctima de una falsificación de software”, diplomática manera de no llamar estafador al dueño del negocio; lo cual significa, a nivel global, algunos miles de dólares menos para Microsoft.
El caso de Telmex es más trágico. He visto filas de gente caminando con sus recibos, con ese ánimo de resignación de quien va a cobrar su vale de despensa en una tienda de raya. Llamadas inexplicables, dobles cobros por celular (como llamada local y por minuto consumido) y aquel supuesto número gratuito, que finalmente no lo era, constituyen las vértebras de la fortuna Slim: el abuso a pequeña escala. ¿Quién se acuerda de cuántas llamadas hizo al servicio de taxis o a casa de sus padres?, ¿quién cuántos minutos en la larga distancia?, ¿todo ese tiempo estuvimos metidos en Internet? Cuando no podemos estar seguros de nada, entonces apelamos al conformismo. El ciudadano promedio estima el tiempo perdido pidiendo explicaciones a una señora con más operaciones en la cara que Orlan y prefiere pagar esos cuantos pesos sin verificar con tal de salir lo más pronto posible del edificio Telmex.
Y no es exageración. Según algunos estudios en México se paga 260 por ciento más por la conexión a Internet de banda ancha que en Estados Unidos, 312 por ciento más por el teléfono celular y 65 por ciento más por la telefonía básica.
Pero Slim Helú tiene otra cara: la del filósofo del éxito que comparte las claves de su riqueza. “La pobreza se resuelve con educación y empleos”, declaró no hace mucho tiempo al New York Times. “No necesitas enseñar a un hombre a pescar, como decían los chinos. En vez de darle los peces, o de enseñarle a pescar, tienes que enseñarles a vender los pescados, para que coma algo más que pescado”.
Inspirador, sin duda alguna, pero quizás le faltó decir: “La auténtica clave es pescar mero y venderlo a precio de róbalo”. Hay que recordar que Slim Helú hizo su fortuna comprando compañías baratas y dándoles el giro que las volviera inmensamente productivas. Y qué mejor ejemplo que el de Telmex, a la cual adquirió de parte del Gobierno mexicano por 400 millones de dólares, cuando diversas investigaciones han calculado su auténtico valor en 12 mil millones.  
Pero en Slim no todo es dinero, aunque parezca una burla. Cuando tienes el suficiente capital para financiar a dos candidatos opositores a la Presidencia de la República, te puedes dar el lujo de la filantropía. Me lo puedo imaginar hastiado de incrementar su fortuna y para sentirse un poco más vivo buscando algo qué rescatar: un centro histórico en aquella ciudad, un grupo de niños en este otro municipio, esos cientos de estudiantes que no tienen computadoras. Ese altruismo mexicano, que le hace prometer 100 millones de dólares a la fundación Clinton a fin de combatir la pobreza en América Latina, no alcanza para dar tarifas justas a sus consumidores. Una actitud que podemos comprender y aplaudir si pensamos en Carlos Slim como en una nueva versión de Robin Hood, que le quita dinero a la clase media para dárselo a los pobres. En verdad conmovedor.
El de Slim Helú es un caso que despierta lo mismo admiración que indignación pues proviene de un país donde la mitad de la población vive con menos de cinco dólares al día.  Hay quien considera cruelmente irónico que un mexicano pudiera ser ya el hombre más rico del mundo, pero pensándolo bien sólo alguien de este país representaría mejor que nadie no sólo el “capitalismo disfuncional” del que ha hablado Denisse Dresser sino el crecimiento acelerado de la riqueza. Es decir, sólo alguien que aprovechara las debilidades de las instituciones antimonopolio mexicanas y sustentara su fortuna en los abusos al consumidor, podría alcanzar la cúspide del grupo de multimillonarios en tan poco tiempo. Acotados los otros ricos por el juego liberal de sus propios países, sólo un mexicano capaz de bloquear a posibles competidores y de cabildear contra legisladores que han querido limitarlo lograría ese primer lugar, sin muchas cortapisas.    
Quizás cuando descubramos la manera de sabotear al imperio del Fatboy Slim podamos sentir ese placer que anteriormente experimentábamos al comprar un programa pirata de Microsoft y alegrarnos de no contribuir con unos cuantos pesos más a los caudales inescrutables del mayor rico del mundo.

2 comentarios

Miguel Angel -

Slim soy tu fan no.1 tu eres el mas rico del mundo no Bill Gates

eduardo de gortari -

creo que tienes mucha razón. Ay méxico; el cuerno de la abundancia como dicen, pero a SLim le toca la abundancia y a nosotros el cuerno.
Te leí en la antología de la Rep. Mex. y me gusdtó como escribes. Saludos.